Opinión

El ejemplo de Fray Luis

Pablo Iglesias fue el rostro y la palabra de un movimiento inspirado en la insatisfacción ciudadana y aupado en esa ola y empujado por la iracundia infeliz y asamblearia, escaló peldaños que le permitieron entrar en la rueda de los líderes políticos manejando un  discurso con sabor a  auxiliar universitario que el personal ansioso de nuevas fórmulas aceptó sin rechistar y sin ponerlo a prueba ni testarlo. Desgraciadamente para él, en su ascenso fue mostrándose cada vez más cerca de aquel que se escondía bajo la capa de un héroe de las clases más necesitadas. Comenzó a parecerse bastante más a Evita Perón que a Gandhi y el tiempo se ha encargado de ir colocándolo en su lugar con la inestimable ayuda de sí mismo, que no ha parado de cometer errores y torpezas a partir del momento en que se encontró temido y poderoso.
En realidad, la apariencia actual de Iglesias, reculando sin rubor ante la dureza a la que le ha sometido el fracasado candidato a la presidencia del Gobierno, no es más que su verdadero yo volcado al exterior. Un personaje con atributos intelectuales muy justos, sin excesivo criterio, dubitativo e inconstante, y sobre todo profundamente inconsecuente, como ha demostrado en pasajes cada vez más prolongados y sorprendentes de su propia vida tanto pública como privada. Iglesias –tras rebanar la cabeza de todos los que le hacían sombra y convertirse en líder de su formación a base de estacazos, sorprendió incluso a sus propios correligionarios adquiriendo junto a su nueva pareja la adquisición de un mansión de lujo en la sierra de Madrid, una actuación difícilmente catalogable y sumamente contraria a los propios principios por los que abogaba. Este disparato comportamiento en su vida privada se ha yuxtapuesto con disparates inexplicables en su función pública. Ha pedido el control del CIN, la presidencia de RTVE y su mayoría en el consejo, ha exigido la formación de un Gobierno coaligado con la adjudicación de cuatro ministerios, ha ido rebajando sus exigencias… A tres semanas del cumplimiento del plazo previsto para una nueva sesión de investidura, Iglesias traslada a Sánchez que se conforma con lo que le dé. Sánchez lleva meses humillándolo. 
Iglesias es un caso evidente de sobrevaloración muy en la línea de lo que en este país acostumbramos. Al final, al personaje se le tira por la ventana.

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