Opinión

El cambio de ciclo

Los resultados que se han producido en esta nueva ronda del Mundial de Rusia aparecen envueltos en un ligero aroma de sorpresa y pregonan lo que probablemente puede interpretarse como un cambio de ciclo. Los grandes futbolistas que han monopolizado el ámbito futbolísticos durante las diez últimas temporadas han fracasado estrepitosamente en este campeonato, y los equipos antaño favoritos en toda competición en la que intervenían también han caído en la refriega. Ya no están ni Alemania, ni Argentina, ni España, ni Brasil, y los jugadores estelares que han ido ganando todos los trofeos individuales a los que pueden aspirar los futbolistas de élite se han ido a su casa con el fracaso pintado en el rostro. Messi ha hecho un Mundial triste y desangelado como si el as argentino estuviera harto de jugar al fútbol, Cristiano, que comenzó rutilante,  ha ido de más a menos hasta sepultarse en la mediocridad del equipo que capitanea, Iniesta ha sido devorado por la desastrosa actuación del combinado nacional en los últimos momentos de su carrera, Luis Suárez se ha pasado el torneo en blanco y negro, y todo el santuario alemán se ha vuelto en primera ronda con las maletas cargadas de desprestigio y fracaso. Incluso un joven de la nueva hornada como Neymar es hoy partícipe de un drama colectivo. El de la selección de Brasil rendida ante las virtudes de una Bélgica pujante que por fin es capaz de aunar la ya sabida calidad de los futbolistas belgas con la entereza de carácter que los convierta en ganadores.
El cambio de ciclo no solo se advierte en el fútbol sino que  aparece en todos los órdenes de la actualidad social y política de manera que parece lícito sospechar que este nuevo escenario que está poniendo en práctica la competición de Rusia es consecuencia de la presencia de un nuevo orden de carácter universal que no solo elige  depositar el futuro balompédico en otros protagonistas distintos a los que estaban en boca de todos sino que está decidido a  modificar los destinos del planeta. Para entrenarse ha propuesto organizar una criba que, por ejemplo, se ha cargado de un plumazo a todas las selecciones de África, Asía, y lo que es más chocante, Latinoamérica. El mudo del balón ha dejado de ser de Cristiano o de Messi,  para serlo de Mbappé, que tiene  diecinueve años. Por ahí  va la cosa.

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