Opinión

Cooperar no es coaligar

La habilidad que han desarrollado los miembros de la clase política para no llamar a las cosas por su nombre ha alcanzado en estos tiempos nuestros, cotas prácticamente insuperables. La última diablura lingüística acaba de establecerla el equipo negociador del presidente Sánchez, con el objetivo de no hacer muchas olas con su pacto de Gobierno con Podemos, un acuerdo que de producirse, no acabaría de dejar satisfecha a una buena parte de su electorado. Para conjugar la necesidad de un pacto con Podemos y la imposibilidad de confesarlo, se ha apelado a un truco de sombrero de copa con el que se pretende desvirtuar un gobierno de coalición para convertirlo en gobierno de cooperación. La encargada de explicar lo inexplicable ha sido la especialista en marrones oscuros casi negros Adriana Lastra que, sin embargo, ha tenido que echar mano de toda su maña para ofrecer una versión digerible de esta maniobra aunque resulte incomprensible. Este segundo paso de la operación tiene una importancia muy relativa. Lo importante es sacarla adelante.
Personalmente prefiero que me defrauden a que me engañen, y por tanto, no me gusta nada que mis gobernantes me tomen por tonto de capirote. Esa es, sin embargo, la maldita costumbre en la que suelen caer los representantes políticos cuando no se atreven a llamar a las cosas por su nombre. Enfrentada a la difícil papeleta de informar a muchos votantes socialistas de que el aspirante a la Moncloa va a tener que echar mano de todos sus apoyos para obtener la nominación y que Pablo Iglesias quiere ser ministro y no se apea de la burra –si no es ministro no otorgará sus votos a la investidura de Pedro Sánchez- a alguno de los ideólogos de la Moncloa especializados en política de diseño y lecciones de postureo, se le ha ocurrido este brillante tratamiento que convierte la coalición en cooperación y a un perdedor en ganador. Pablo Iglesias es ahora cooperante en el Gobierno de Sánchez, pierde las elecciones y gana sin embargo la batalla.
No es fácil poner límites en una cancha  especialmente diseñada para admitirlo todo incluso lo éticamente reprobable. De todos modos, bueno sería hacer algo para delimitar comportamientos. Y especialmente a esa lamentable conducta de tomar a los administrados por bobos.

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