Opinión

Conocimientos de andar por casa

Tengo para mí, que los políticos de la nueva hornada no han llegado a calar en toda su profundidad la trascendencia que se deposita en sus funciones. Hay demasiada vanidad,  demasiada ligereza y por tanto, demasiada irresponsabilidad en sus comportamientos, plagados de errores y frivolidades que vienen a reconocer su ligereza insensata. Estamos en un teatro político que fomenta el postureo y acepta de buen grado los brindis al sol. Un ámbito sin sustancia, en el que todo se fía a la improvisación, la martingala y una chulería suicida que, desgraciadamente, no se paga, porque aquí nadie exige responsabilidades ni abona factura cada vez que se mete la pata.
El resultado es desolador y proclama además lo que es ciertamente doloroso: la falta alarmante de una cultura seria y bien adquirida. La de ahora, liviana y de baratillo, es la que suelen airear nuestros políticos cuando se les exige saber algo más que los manidos y repetidos conceptos de parvulario que manejan en general todos los días y a todas horas en unas comparecencias que han dejado de tener altura moral e intelectual y suenan siempre a mítines ya pronunciados. El empleo de un lenguaje políticamente correcto que utilice  con profusión el lenguaje inclusivo cuadre o no cuadre, una manía persistente de reducir cualquier cuestión a una interpretación primaria, y una  dialéctica basada en el “y tú más” que recuerda los berrinches de escolares durante el asueto en los patios del recreo. Y poco más.
Hace unos días, la aspirante del PP a la alcaldía de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, abrió la boca para expresar las sensaciones que le suscitaba la petición de la Fiscalía en el caso de los masters de Cristina Cifuentes cometiendo un despropósito sin sentido, y reafirmando la necesidad de calcular el alcance de declaraciones antes de ser pronunciadas. Ese mismo día, el presidente del Gobierno convirtió públicamente en soriano al poeta sevillano Antonio Machado tras visitar su tumba, confirmando que, en realidad, Sánchez de Machado no sabe nada, y todo es labia y cuatro conceptos mal digeridos. Claro que comparado con Pilar Rahola, eso no es nada. Hace unos días  presumió de haber visto “El acorazado Potemkin” en ruso. La película, filmada en 1925, es muda.

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