Opinión

Confinamiento, papel y corazón

El largo confinamiento al que nos ha sometido el coronavirus y que se ha prolongado en muchas casos por espacio de noventa días, ha dado de sí para pergeñar un conjunto de situaciones –algunas de apariencia novedosa- que han diseñado una nueva existencia cotidiana. A principios de un verano atípico, ya  no nos sorprende o nos sorprende poco, la necesidad de acudir con mascarillas incluso a la playa, comprobando que uno tiene más tapado el rostro que el resto del cuerpo. Allí hay que guardar un protocolo de distanciamiento necesario que ha de ser reglamentado en ocasiones por medio de un equipo de megafonía, y allí también disfrutamos de este periodo teñido de dudas que los más pesimistas dieron por perdido a la vista de los acontecimientos que se estaban sucediendo a partir de marzo. Por ejemplo, bañarse en el mar con relativa libertad. Hoy es posible pero entonces no lo parecía. 

He comprobado que el confinamiento ha dado de sí para un entero aprovechamiento incluso en los rincones  más polémicos de la crónica sentimental en rojo, rojo pasión porque pasión y de la buena es lo que se cuenta en los mentideros político-periodísticos que lo airean y no paran. Durante el encierro, ha saltado por los aires el  ejemplar matrimonio de la vicealcaldesa de Madrid, Begoña  Villacis, con el abogado especialista en legislación castrense, Antonio Suárez Valdés, unos meses después de que Villacis diera a luz a su tercera hija. Las crónicas más sibilinas cuentan que ella se ha matado a hacer deporte, se ha dejado en el encierro casi diez kilos, es mujer nueva, y se ha liado con el periodista Rubén Amón, con el que se la ha visto por la capital en actitud muy acaramelada. Algo por estilo se sospecha de Cayetana Álvarez de Toledo, que dejó a su marido Joaquín Guell Ampuero antes de encerrarse en casa, y que ha aprovechado el confinamiento para compartir su existencia con el también periodista, Arcadi Espada. Si a estos dos ejemplos añadimos la ruptura no oficialmente confirmada de Pablo Iglesias con Inés Montero y la relación del primero con Lilith Verstrynge, -por la que se ha saltado el confinamiento, ha dejado que la ministra pasara la enfermedad sola y ha olvidado que tiene tres hijos con ella- tendremos un cuadro muy completo que abunda en la tendencia de mezclar función política con informativa, cuestión que no siempre da buenos resultados.

Por cierto, que también se ha separado una supuesta pareja ejemplar. La de Enrique Ponce y Paloma Cuevas. Él ya tiene nuevo amor. Una veinteañera de Almería que se llama Ana Soria.

Te puede interesar