Opinión

Como aves de primavera

No creo ofender a nadie si sugiero con infinita modestia que Madrid es el ombligo de las Españas y que en tiempo de elecciones las calles de Foro arden como las arenas de un circo romano. La capital, joya de la corona en este duelo ideológico y político prolongado hasta finales de mes, ha abierto sus puertas de par en par a la primavera, y las infinitas facetas de una ciudad que no para quieta ni un segundo y solo retrocede para tomar impulso, se manifiestan incontenibles a estas alturas del año cuando, como aves precursoras de primavera –según reza la copla inmortal que el maestro Padilla compuso y armonizó allá por 1914- en Madrid aparecen las violeteras. Ya no hay muchachas en flor prendiendo un ramito de violetas a cambio de un real en las solapas de caballeros entrando y saliendo de los teatros de zarzuela, pero si llenan sus calles y plazas las biznietas y biznietos de aquella flora y fauna capitalina, hoy chicas y chicos de juventud exultante y perfil abiertamente cosmopolita que andan a paso de maniobra y aún galopan al tiempo que se comunican mediante un teléfono de última generación con Seúl, Londres, Nueva York o Tokio, recorren presurosos la ciudad macuto al hombro en patín, bicicleta deportiva o coche eléctrico, discuten en inglés sobre divisas y fluctuaciones bancarias en el metro, y hacen un alto en el camino para saborear los nuevos tratamientos que se aplican a los tradicionales callos, ahora mucho más ligeros de textura, untuosos y brevemente picantes que han convertido el guisote tradicional de una gastronomía popular, chulapona y retrechera en un auténtico prodigio de la nueva cocina madrileña.

Hace un par de días, un periódico de esta plaza desgranó cuáles eran los locales favoritos para comer y tapear entre los candidatos a la comunidad y alcaldía de Madrid –uno de los favoritos del alcalde Almeida para tomar cañas ilustradas por un gustoso tapeo también lo es de este servidor de ustedes- y esas preferencias daban clara muestra del carácter y personalidad de los políticos capitalinos al tiempo que ofrece y valora la oferta ciudadana en materia de fogones capaz de satisfacer a todos los gustos y sintonizar con las apetencias sociales y políticas de cada quien como demuestran las elecciones personales de su amplio y abierto abanico político. En este tiempo, Madrid es un florecer continuo.

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