Opinión

Comenzar por el comienzo

La jueza que instruye la causa seguida contra el delegado del Gobierno en Madrid, ha decidido archivarla al no encontrar en ella los suficientes argumentos para probar que ha existido un comportamiento susceptible de castigo por negligencia. La decisión judicial es, sin embargo, dura con el delegado y con la institución, porque afirma que se competieron imprudencias e incluso irresponsabilidades graves y capaces de poner en peligro la salud de los asistentes a la cita del día 8 de marzo. Aquella fecha se recordará como la que albergó la manifestación feminista permitida a pesar de que ya existía en el aire la sospecha de que la enfermedad que brotaba en China se estaba expandiendo, y que cualquier cita multitudinaria podría propiciar un desenlace desgraciado.

La decisión de la magistrada –que solicitó a la Guardia Civil el informe que le ha costado el cargo al máximo responsable del benemérito instituto en la comunidad de Madrid- es comprensible, y tengo para mí que ajustado a derecho porque, si bien libra a la autoridad competente de responsabilidades penales por haber permitido esta cita, no le exime al delegado ni tampoco a los cargos políticos que contribuyeron a hacerla posible, de un comportamiento temerario que pudo originar una trasmisión acelerada de la pandemia en la capital. O lo que es lo mismo, focaliza en los responsables políticos  la conversión de Madrid en el núcleo urbano mas azotado por la pandemia. 

Con la visión de hoy, aquellos días fueron un desastre, y no solo hay que contar con el disparate de la manifestación del día 8 sino con el deporte, que importó la semilla del coronavirus desde Italia. Equipos como el Valencia de fútbol y el Real Madrid de baloncesto sirvieron de tubos de ensayo para transportar un bicho que, probablemente, llegó al Reino Unido en las bufandas de los seguidores del glorioso Atlético de Madrid que arrasó en un Anfield sorprendentemente lleno hasta la bandera, y que seguramente introdujo la pandemia en Gran Bretaña a través de Liverpool.

Pero cierto es, sobre todo, que quienes estaban gobernando contaban con más información y que la clase política –Vox celebró un irracional congreso y Pablo Iglesias se saltó varias veces el confinamiento- comenzó allí a hacer el canelo. Tengámoslo en cuenta.

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