Opinión

Colón el esclavista

La estúpida y súbita tentación de desmochar estatuas públicas desguazadas de sus pedestales por una supuesta vinculación racista que está imponiéndose en un país mayoritariamente habitado por ciudadanos con las luces justas, no debería llegar a nosotros los europeos que somos bastante  más listos y los aventajamos además en mil quinientos años de tradiciones. Sin embargo, esta creencia está a punto de perecer en el choque contra un nuevo modelo de intolerancia que asoma su peluda pata por debajo de la puerta. Me ha parecido escuchar que algunas fracciones políticas presentes en el arco parlamentario apuntan hacia la posibilidad de descabezar monumentos de personajes supuestamente identificados con prácticas de xenofobia como por ejemplo –un, dos, tres, responda otra vez- Cristóbal Colón. Dicen las noticias llegadas de Barcelona, que la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau,  propone “contextualizar” la figura del descubridor del Nuevo Mundo cuya estatua forma parte trascedente del horizonte urbano de la Ciudad Condal. El término utilizado por la señora Colau produce un cierto estremecimiento, porque supone hincarle las garras al monumento y modificarlo para expresar en esas modificaciones el pasado supuestamente esclavista del navegante.

Como quiera que los partidos políticos exhiben una alarmante carencia de cultura, y los más radicales atiendan a pocas razones y muestran un confuso método de interpretación histórica que no se para en detalles y arramplan con todo lo que le suena faccioso con razón o sin ella –en Madrid, el gobierno municipal anterior se empeñó en el cambio del nombre de muchas de sus calles y la emprendió a mandobles con el callejero sin atender a criterios y sin pararse a analizar las circunstancias de cada permuta- uno se teme lo peor. De hecho, la presidenta de Cataluya en Comú pidió directamente demolerla, y en eso están también los de Podemos en Andalucía.

Colau ha resistido por el momento la propuesta de retirar la estatua de Colón pero se abona al mantenimiento de una exposición crítica que vendrá en forma de placa o filmaciones complementarias para explicar a los visitantes quién era –según los historiadores que manejen el cotarro- aquel sujeto del dedo levantado que se yergue por encima de las cabezas de los barceloneses desde su emplazamiento cercano al puerto. Barcelona ya retiró la estatua de un tal Antonio López, un mercader acusado de traficar supuestamente con esclavos.

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