Opinión

Cigarras contra hormigas

La situación de tregua política impuesta por el adelanto electoral que el Gobierno nacido de la moción de censura no ha tenido otro remedio que convocar ante la imposibilidad de imponer sus presupuestos, ha supuesto un nuevo escenario político en el que, si bien la actividad parlamentaria ha sido suspendida con arreglo a las disposiciones contenidas en la ley electoral, lo cierto es que el movimiento generado en torno a los que se disputan el poder sigue vivo, como muy bien podemos comprobar los que nos asomamos  a la pequeña pantalla. Si además, la pequeña pantalla  corresponde a la televisión pública, el mensaje subliminal está garantizado y garantizado está que todos los días le cuenten a uno una nueva versión del cuento “Alicia en el país de las maravillas”.
No está bien que así sea, pero no es posible sustraerse de ello una vez planteados y aceptados lo que hemos dado en llamar “los viernes electorales”, esas jornadas de fin de semana que el Gobierno aprovecha para hacer campaña electoral desde el propio complejo de La Moncloa aprovechando su condición de privilegio y su insultante alegría para gastarse el presupuesto que no ha podido aprobar. Todo ello, sin que nadie le contradiga. Esta disparatada forma de Gobierno articulada a decretazo limpio es tan agradecida como suicida, y ha tenido que ser el Banco de España quien llame la atención de los gobernantes para advertirles de que por ese camino vamos a la ruina. La práctica de aplicar generosos medidas sociales sin que se calcule la repercusión que este tipo de actuaciones puede representar para las arcas del país constituye un comportamiento simplemente populista, irresponsable y francamente inadmisible, sobre todo para los que vengan detrás y tengan que reconstruir los desmanes originados por esta manera engañosa e irreal de desmochar las cuentas de todos.
Desgraciadamente, hemos entrado en una dinámica perversa que ha resuelto desvincularse de la realidad, prefiere preguntar lo menos posible, acepta sin exigir y tirar por la calle de en medio, un comportamiento irracional que prima las acciones con falta de lógica y elige a los que las practican. Es, en el fondo, un planteamiento primario y hedonista que recuerda por supuesto a la cigarra y no a la hormiga.  

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