Opinión

Al juez lo que es del juez

Los acontecimientos de Barcelona están dejando al aire las costillas de no pocos actores de estos tristes sucesos y están mostrándonos aspectos no necesariamente agradecidos de sus respectivos caracteres. Uno de los que está saliendo peor parado en este carrusel de desafectos es el juez Grande Marlaska al que nadie empujó a hacerse cargo del gabinete de Interior y al que la crisis del independentismo catalán ha obligado a bailar con la más fea. La experiencia nos enseña a que el mejor destino que se le puede desear a un juez es el que tiene que ver con su propio oficio, y todas las probaturas que se han llevado a cabo fuera de este ámbito han dado un resultado muy dudoso tal vez porque los jueces no están habituados a utilizar otras estrategias que las que contienen los correspondientes códigos y todo lo demás les queda muy a desmano. No conozco jueces que hayan sido buenos alcaldes, ni buenos ministros, ni buenos directores, y mucho menos buenos consejeros políticos y Grande Marlaska tampoco lo es. Admirado y respetado como juez, valiente en la comisión de sus instrucciones y ejemplar en la redacción de los sumarios, está naufragando como ministro del Interior y lo está haciendo precisamente en aquello para lo que es supuestamente más sensible. La defensa a ultranza de su gente y el respaldo incondicional a quienes ha enviado a la batalla de Cataluña. Sin embargo, ese respaldo ha sido tímido y en líneas generales, insuficiente como han denunciado repetidas veces los doloridos sindicatos policiales especialmente tras las noches de alto voltaje padecidas en Barcelona que han llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos a uno de los nuestros. Un agente de Policía, vigués de nacimiento, permanece en estado grave en una clínica de Barcelona  tras ser agredido salvajemente con un adoquín que le partió el casco y el cráneo. Los representantes de los policías han contado en voz alta lo que los miembros de las fuerzas del orden hubieron de soportar en estas fechas pasadas. Iván el vigués, y su compañero el coruñés  Ángel al que fracturaron un brazo, supieron pronto que iban a tratar de matarlos. Recibieron los impactos con objetos lanzados desde unas ventanas. Rodamientos, tapas de alcantarilla, adoquines, hachas, martillos, radiales, sierras…
Marlaska no ha sabido gestionar estas situaciones ni ha sabido utilizar sus recursos. Ni de obra ni de palabra lo ha hecho bien.

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