Opinión

Acuerdos y desacuerdos

Da la impresión de que, a pesar de lo que parece desprenderse de las manifestaciones del Gobierno, el acuerdo del ministerio con el colectivo judicial está muy lejos de producirse. Para empezar, la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), la asociación mayoritaria de los jueces, no va a firmar el documento. De hecho, las palabras de su portavoz se han producido al respecto con mucha dureza. Sospechan los asociados que la subida salarial de 450 euros mensuales no es cierta y se quedará en 250 euros netos o quizá algo menos. El juez Carbonero, que ejerce de portavoz de sus compañeros de oficio, no ha dudado en calificar este incremento como las “treinta monedas” de la copla, y se muestra inconmovible. Por tanto, el compromiso final se legitimará con la firma de seis de las siete asociaciones de jueces y fiscales pero no acogerá a todas ellas. La subida de salarios se cifrará en el 6% y a los miembros de la APM les parece insultante, una situación que no estaría de más discutir si se compara con algunas de las subidas de retribuciones propuestas desde la atalaya gubernamental a muchos otros colectivos.

Sea como fuere y con la huelga del 22 de mayo aún en vigor aunque probablemente sea hoy suspendida, las relaciones de los trabajadores judiciales con su ministerio siguen sin estabilizarse y mantienen el tono de acritud que las han caracterizado durante estos meses últimos. El panorama no es bueno y existen factores que han contribuido y empeorar un escenario en el que la Administración lleva años tratado con cierta displicencia a los suyos y propone un escenario no enteramente resuelto. La titular de la cartera de Justicia, María Pilar Jop, es una mujer de expediente brillante y experiencia adquirida en el desempeño de cargos de notable incidencia –ha sido diputada autonómica de Madrid, senadora, delegada del Gobierno para la Violencia de Género y presidenta del Cámara Alta antes de acceder a la cartera de Justicia, pero no parece haberse volcado en la solución de este problema y su presencia en la Feria de Sevilla, elegantemente ataviada con bata de faralaes tampoco contribuyó precisamente a calmar los ánimos.

Si a ello añadimos un enojoso asunto que la ha saltado al camino al ministro del Interior, tendremos un desagradable cuadro completo. 

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