Opinión

Buenismo contra Notre Dame

Hasta los ateos más tajantes creen que la destrucción de buena parte de la catedral de Notre Dame de París es una tragedia para la historia y la cultura europeas, porque es la adición paulatina de los mundos preclásico, clásico y cristiano, iniciados miles de años más antes de los ocho siglos del gran monumento del gótico francés.
Una tragedia que ha despertado poderosas voces exigiendo que los fondos que se deben destinar a su restauración se consagren a reducir desigualdades en la sociedad francesa y las tragedias humanas, como la de la pobreza en buena parte del mundo.
Oenegés y los “chalecos amarillos” que protestan violentamente “contra todo” los fines de semana en París, reclaman el dinero y afean que los multimillonarios iniciaran una cuestación para que Notre Dame recupere la belleza y la simbología perdidas.
Tras el incendio del pasado 15, aparentemente debido a una negligente chapuza, los franceses más poderosos ofrecieron grandes donaciones para la reconstrucción que enseguida superaron los mil millones de euros.
Pese al laicismo del régimen republicano francés, el presidente Emmanuel Macron, conmocionado por la destrucción del mayor símbolo de la cultura cristiana de su país, prometió ingentes inversiones para recuperar en cinco años la grandiosidad de la catedral gótica.
Sus fieles y visitantes se extasiaban con su grandiosidad arquitectónica y escultórica, su imaginería, capillas, música y la luz milagrosa e imágenes policromas que les llegaban desde sus rosetones.
Los problemas sociales o la pobreza tienen cauces propios para su resolución, pero el espíritu de una catedral multicentenaria, Notre Dame, Santiago, León, con sus historias de fe levantándolas y manteniéndolas, son el espíritu de esta Europa con cada vez más “ateos cristianos,” como se definía Oriana Fallaci.
Sólo los salvajes quieren verlas destruidas.

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