Opinión

Sus apacibles estrógenos

Pues, dilecta leyente, parece que como reza el estribillo de una canción hortera, de esas que suelen ser llamadas la canción del verano, “las chicas son guerreras…”. Lo malo es que a veces la realidad supera a la fantasía, por muy cañera que esta sea, y las chicas comienzan a ser tan “guerreras” como los chicos. No creo que en esto consista la igualdad que pronostica la ministra del ramo.
Los estudios realizados vienen a demostrar que la violencia de las jóvenes adolescentes va en aumento, echando por tierra viejas teorías criminológicas, y es que las costumbres sociales conllevan la modificación de roles, dejando aquéllas de tener una actitud pasiva (debido a sus apacibles estrógenos, y desechada la influencia del  SPM -síndrome de las fases pre y menstrual-) a querer asumir los patrones masculinos más negativos, pensando que si la violencia les funciona a ellos para imponerse, lo mismo pueden hacer ellas y así acceder al “poder”. A ese poder que hay por la calle y por las aulas. Y así les imitan en el lenguaje corporal, las expresiones, las chulerías… Frecuentan los mismos garitos, fuman, beben, consumen farlopa, y esa combinación de alcohol con cocaína convierte en auténticas bombas de relojería a unos y otras.
 Hay, no obstante, todavía importantes diferencias entre ambos sexos. Ellas son más sutiles, prefieren la agresión verbal. Su violencia es más sibilina, que acompañan del rumor (“Es una zorra”. “Son unos maricas”), del ninguneo (“Pasar de esa guarra”) y la humillación (queman o rapan el pelo a sus rivales).
Su violencia, medida en número de actos puede ser incluso mayor que la de los chicos, pero en la gravedad de las lesiones ganan éstos. Ellas utilizan la violencia para hacerse respetar. Ellos para divertirse. Ellas actúan en grupo. Ellos no, necesariamente
Las motivaciones de ellas suelen ser los celos (porque le han quitado el novio) o por envidia (porque la otra viste y actúa como una “pija”). Pero coinciden en el gusto por colocar sus “hazañas” en Internet.
Comienzan con la violencia a sus progenitores (especialmente sobre la madre). Ya desde los siete años utilizan la fuerza sicológica, y los padres aguantas mucho más que en el caso de los chicos antes de destapar el asunto. En fin, que el Ministerio de Igualdad debería llamarse de la Igualdad en Educación y Buenas Costumbres, para que no haya lugar a equívocos.

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