Opinión

Rebeldes sin causa

Pues, dilecta leyente, asistimos por parte de muchos jóvenes al uso de una violencia gratuita (“rebeldes sin causa”), cuya finalidad es la diversión para combatir el tedio en que se encuentran, debido a que tienen lo que quieren en cuanto a bienes materiales pero arrastran un serio déficit de valores morales, consecuencia en gran parte de una educación liberal de unos  padres pseudoprogresistas, contemporáneos de aquel mayo francés que no supieron digerir por llegarles tarde y cuyos principios les debieron ser infundidos por vía rectal.
 De ahí  que presumieran de ser amigos de sus hijos, de ceder a todos sus caprichos y de ser tolerantes con sus fechorías, en base a lo que llamaban una educación democrática, cuyos principios no comprendían. Ignorando, por ejemplo, que la libertad comporta también responsabilidad, y que una democracia tiene que ser fuerte con aquellos que intentan subvertirla, para que no se convierta en un caos.
Recuerdo el caso de unos padres neófitos que presumían de progresistas y unos abuelos con la suficiente experiencia para saber de qué iba la cosa. La cuestión es que uno se casó con una camarera (dignísima profesión) bastante ignorante, que había leído o oído algo o se puso a hacerlo cuando empezaron a nacerles retoños y dedicose con fruición a aplicar con éstos las teorías más “avanzadas” según su poco saber y entender. Los abuelos, que habían comprado dos viviendas pareadas, una para su hijo y su “extraña familia” y otra para ellos, incluso habían hecho una especie de pasadizo para que los chavales pudieran entrar y salir libremente de cualquiera de las dos casas, resulta que eran, ambos, maestros con una larga y fructífera carrera y les llevaba el diablo comprobar como aquella inconsciente maleducaba a sus hijos, que con el tiempo eran cada vez más cafres.  Hastiados de continuas discusiones con su nuera, ante la impasibilidad del economista (su hijo), decidieron ahuecar el ala y volverse a su anterior domicilio, dejándoles a la camarera y el economista las dos viviendas en propiedad (así de gentiles eran los “desterrados”). Hoy los andobas andan a medio camino entre la farlopa, el talego y el trabajo esporádico. Y desde luego odian a sus padres.
La influencia de ciertos filósofos del “buenismo” instalados en las altas instancias (“to er mundo es güeno”) vinieron a completar “la jugada” pues acabaron con todo resistencia de otros padres con las ideas claras, a los que terminaron sumiendo en la confusión y el complejo de protohistóricos 
Consecuencia de todo ello fue la excesiva patologización de estas conductas antisociales, como el “síndrome del emperador”, etc. que, recordando los principios de la criminología clínica trata de disfrazar las conductas más reprobables bajo el manto compasivo de cualquier perturbación hormonal o mental, sumiéndonos en una sociedad patológicamente esquizofrénica.
Pues bien, convirtamos las cárceles en hospitales y los funcionarios de prisiones en personal sanitario. Y a tomar todos la “pastillita” para sentirnos bien, al menos con nosotros mismos.

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