Opinión

No me quieras tanto y quiéreme mejor

Pues sí, dilecta leyente, hay muchos tipos de ósculos, algunos tan traicioneros como el de Judas o el de la macabra despedida que se dan en la mafia determinando la condena a muerte del besado, así como el beso de  “La mujer araña” (sobre el amor bisexual) y el beso de Singapur (que exige por parte de la mujer entrenamiento del músculo pubococcigeo) y también el beso marxista. Entre éstos está el beso de Pablo Iglesias a Xavier Domènech en el Congreso, al estilo Brézhnev (jefe de la URSS) y Erich Honecker (jefe de la República Democrática Alemana), y que también pretende darle a ¡Pedro…!,  aunque, según algunos, ya ha habido morreo.

Aquel beso entre comunistas en que se sellaba la intervención del Ejército Rojo en Alemania que mantuviera a Honecker en su puesto, en caso de revuelta, reforzaba el país dividido por un muro y daba lugar a un graffiti que aún se conserva en los restos de la muralla: ”¡Dios ayúdame a sobrevivir a este amor letal!”

Lo que fue un error fue lo de Levy, pregonando ante los medios que le gustaba otro melenas de Podemos (lo de melenas es descriptivo no despectivo). Ese acercamiento fue aprovechado por Pablo (el de la mirada torva) para proponerse de palanganero y para simular que el entendimiento entre ambos partidos tan distantes y distintos es posible. Me recuerda a aquella enternecedora pareja colombiana, una de las FAR y otro de Ejército, en que la guerrillera se enamoró del joven soldado secuestrado, que terminó liberando, para huir con él. Y es que el corazón tiene razones que la razón no entiende (perdone la cursilería), aunque en el caso de la popular parece que sólo fue una cándida chanza, y es que una cosa es que en el escaño se escoñen y otra que se encoñen, que también puede ser, aunque tras la imagen tan maternal de “Morticia Bescansa”, dando de mamar al infante ante la erotizada mirada de algunas de sus señorías a la par que desafiando a los hambrientos leones del Congreso, podemos creer que allí solo es posible la pureza. (No hay nada más virginal que una madre dando el pecho…a su bebé).

A mí esta escena me evoca un chiste ferroviario, en uno de esos viajes nocturnos en el tren de Irún. Pues resulta que coincidieron en un vagón un hombre maduro y una joven madre. En un momento del trayecto la maciza mujer extrajo sus exuberantes y tersos pechos para dar de mamar al desganado bebé. Ella insistía diciendo: “Mira que si no quieres tú se lo doy a este señor” y así prosiguió largo tiempo  tratando de convencer al niño para que se aviniera a chupar, hasta que llegó un momento en que el embelesado pasajero exasperado ante la incertidumbre, se encaró a aquélla de “aquesta” manera: “¡Señora decídase ya, que yo me tenía que haber bajado en Orense!”.

Claro que ahora está de moda el abrazo del choro amoroso ( más bien chora), para robarte en un pispás los efectos personales (el peluco, la saña o el sonacay). Por ello, le recomiendo el consejo de mi amiga Carla: “No me quieras tanto y quiéreme mejor”. Así que cuidado, dilecta, con quién no guarda la “distancia social”.

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