Opinión

Poligamia y uniones homosexuales

Pues, dilecta leyente, supongo que recordará la polémica que ha encendido uno de esos fundadores de la Unión de Comunidades Islámicas de Italia, al hacer un comunicado por el que reivindica el mismo derecho para la poligamia que para las uniones homosexuales, que además el primero es un derecho religioso previsto en la ley islámica, que permite al fiel musulmán tener hasta cuatro sumisas mujeres. Bueno, Mahoma tuvo, según la tradición, hasta nueve, lo cual explican los juristas musulmanes como una concesión divina por la importancia del profeta. 
La cuestión plantea varios problemas. El reconocimiento de las uniones homosexuales como matrimonio es un asunto ya resuelto constitucionalmente, aunque no admitido por la Iglesia. La poligamia es un derecho religioso, pero no admitido legalmente y, como nuestro país es aconfesional, prima lo civil sobre lo religioso. Otras cuestiones más materiales tienen que ver con la obligación de prestarles alimentos (por cuadriplicado), que según nuestro C.C. comprende todo lo que es indispensable para el sustento, la habitación, el vestido y asistencia médica, además de los gastos de embarazo y parto, cuando no estén cubiertos de otro modo. En fin un lujo reservado para los jeques del petróleo. Además su religión les obliga a tratar a todas las esposas por igual, lo que obliga a un desgaste psíquico y físico, difícil de asumir. Como en el título de una vieja película italiana: “Demasiadas cuerdas para un violín”.
Bajo el pretexto de que la Sharía establece como fin de la poligamia la protección del varón a la mujer, se establece una estricta subordinación de ésta al marido, que las anula como personas. Lo verdaderamente alarmante es ver como la pobreza y la visión extrema del Islam han disparado el número de matrimonios infantiles forzados. Por ejemplo, en Afganistán, donde se comprobó como un padre había vendido y casado a su hija de 6 años a un mulá de 55 años, líder religioso de su pequeña aldea, por una cabra. Cabe pensar que al mulá le sobraba el acento en la “a”. 
Afortunadamente, Gharibgol pudo ser salvada del triste destino que le esperaba gracias a la presión internacional y hoy se encuentra con su madre, pero otras niñas en sus mismas circunstancias siguen siendo víctimas de abusos sexuales y apaleadas hasta dejarlas sin sentido, llegando al extremo de que algunas de ellas llegan a olvidar su propia identidad.
Esta vez las redes sociales han sido empleadas para un buen fin, logrando que un nuevo caso de matrimonio forzado saliese a la luz a través de la difusión de un video, que se hizo viral, pues recoge el feliz momento en que la niña es rescatada. En las imágenes, la pequeña llora desesperada, buscando los brazos de sus familiares que, sin pensárselo, proceden a pegar e insultar a su padre, presente en la escena con cara de apesadumbrado, bien por arrepentimiento o por frustración de la operación.
Recientemente también ha salido a la luz el suicidio a lo bonzo de una veinteañera marroquí por una cuestión de honor vaginal, que consideró mancillado y no reparado. Vamos, lo que antes se llamaba delito contra la honestidad y que hoy se titula contra la libertad sexual, donde no cuenta la cualidad moral de la mujer (o el hombre) sino que no haya dado al menos su “nihil obstat” al acceso carnal. Lo sorprendente es el medio elegido para matarse, impropio de las de su sexo, que hasta en los momentos más trágicos velan por aparecer como un cadáver de buena presencia. Lo que demuestra el grado de su desesperación, que llegó a anular su intrínseca coquetería.
Como ya comienza a ser costumbre, los violadores, en libertad,  grabaron la escena con un teléfono móvil, dejando constancia de su degradación moral. Un hecho miserable que debería servir como prueba a la acusación al objeto de que pasasen una buena temporada en el talego. Como dijo Edmund Burke: “Las malas leyes son la peor especie de tiranía”, y Quevedo ya advirtió: “Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez”.
Bueno, para colmo y a pesar de que los del turbante se quejan, en Europa comienzan a proliferar las mezquitas. Sólo en Francia hay 2.248 declaradas, mientras las iglesias cristianas desaparecen, pero solo Noruega se atrevió a rechazar la financiación de las mismas proveniente de Arabia Saudita y otros ricos donantes privados de los países árabes, no solo por la importancia de los fondos, sino, como explicó su ministro de exteriores, también porque resultaría paradójico  y contra natura aceptar la financiación proveniente de un país que no acepta la libertad religiosa y donde el simple deseo de establecer una comunidad cristiana, como en la citada Arabia Saudita, es considerado un delito.
¡Menuda Alianza de Civilizaciones!

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