Opinión

Para Noa

Cuentan de Luis XVI, que recostado en su chaise longue, estilo barroco, de su palacio de Versalles, tal vez bebiendo su coñac preferido, al oír el pifostio que se armaba fuera preguntó, displicentemente, a su lacayo: “¿Es una revuelta?”. “No, majestad, es la revolución”, le contestó aquél. Y rodaron cabezas. Las de los sanguinarios agitadores, con el tiempo, también. Y es que “la revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos”, se lamentaba Robespierre, camino de la guillotina.
Algo así es lo que está pasando en Cataluña, pero “Pedro Picapiedra” no se entera, no quiere enterarse o está de alguna manera en la pomada, por eso se enquista en que sólo es una cuestión de orden público. Lo evidente, ellos mismos lo proclaman, es que pretenden proclamar la República independiente, pasándose la Constitución por la entrepierna y para ello tienen que cargarse al Rey, que poca defensa puede esperar del republicano “Picapiedra” 
Cierto que, para algunos, hoy el rey no es más que un servidor retribuido por la nación y que ya entonces un tal Francisco de Vinatea se atrevió a decirle a Alfonso IV de Aragón aquello de “Cada uno de nos somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos”; ¡pero le querría ver en Inglaterra llamándole a la reina ciudadana Isabel! Seguramente terminaría chapoteando en el Támesis. 
A mí no es que este Felipe VI me haga ninguna ilusión, aunque quizá sea esa figura aséptica la que se espera de un moderno monarca europeo. Desde luego tiempo ha tenido para formarse para el regio cargo de este país “social y democrático de Derecho”. Pero este menda prefería al viejo rey, que representaba las virtudes y defectos del prototipo español: “España y yo somos así, señora. Soy un truhán, soy un señor. Y ni lo he hecho, ni lo volveré a hacer”.
En cualquier caso, aunque sólo sea por espíritu de supervivencia, que los ciudadanos puigdemontnistas, garzonianos y podemitas se guarden la guillotina, pues el rey simboliza la estabilidad en el interior, ya que resulta inimaginable un Jefe de Estado del PP y un Jefe de Gobierno del PSOE, o viceversa (sigue vigente el espeluznante epitafio de José de Larra:  “Aquí yace media España, murió de la otra media”), y en el exterior es un embajador permanente de la “esencia” española, frente a los cambios políticos.
Lo cierto es que el mundo está revuelto: Continúan las encarnizadas guerras en África; Latinoamérica es un polvorín; el terrorismo yihadista nos asola y, entretanto, todavía subsiste la obscenidad de gente que se muere de hambre en un mundo cada vez más deshumanizado. A nuestra amada Europa algunos la quieren dinamitar, Inglaterra con el Brexit, que enfrenta a los propios británicos entre sí y con el resto de la Unión Europea, mientras emergen, en todo el continente, partidos antieuropeos que ya están en las puertas de alcanzar el poder; y en este inmenso caos, a veces alguien te habla de un oasis en el árido desierto de la desesperanza, como el que me cuenta mi amiga Carla.
 Para muchos será una cuestión trivial, un asunto privado, pero para este menda, acostumbrado a las malas noticias, que una cándida niña mulata, de ojos color miel y sonrisa angelical, hija de un inmigrante dominicano y una española, cumpla 5 años de felicidad en un cálido ambiente familiar, simboliza la unión entre los pueblos y que estos pueden convivir en paz, sin que ese deseo se quede en un mero espejismo; y en esa esperanza uno vuelve a sentirse orgulloso de pertenecer al género humano. 
Y  se palpa en el ambiente que las flores se revisten de sus mejores colores, los pájaros trinan con más brío, el sol brilla con una viva intensidad y en la noche las estrellas sonreirán por el “cumple” de una tierna niña. Porque Noa es como una bella flor, extendiendo su fragancia de amor y felicidad, como agradecimiento por haber venido al mundo. 
¡Felicidades Noa!

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