Opinión

Nicolasita

Pues dilecta, leyente, el caso de la niña  Ashlynd deja chico a nuestro intrépido “pequeño Nicolás”. Pero vayamos por partes, como diría Jack El Destripador.
Hay niños explotados, y ahí tenemos el caso de Nadia que cada vez parece adquirir tintes más dramáticos. Incluso podría ser víctima de otra forma de maltrato infantil a través del llamado síndrome de Munchausen. Como también hay niños que maltratan a sus padres, sobre todo a la madre, quizá porque como dice un magistrado del Supremo, “las mujeres sufren la violencia machista porque tienen menos fuerza física”. De hecho cada vez son más los casos en que se solicitan medidas de alejamiento de sus rebeldes retoños. 
Para tratar de entender algo hay que retrotraerse a la filosofía de los antiguos y sabios maestros que debatían sobre si el niño nacía bueno y era la sociedad quien lo corrompía o si por el contrario nacía malo y la sociedad lo educaba. Luego los criminólogos continuaron con el debate con infinidad de teorías hasta que se llegó a una teoría mixta en la que se admitía que en la conducta del ser humano influían dos elementos principales: el biológico, representado por la herencia genética y el social representado por el medio en el que se desarrolla el sujeto. Por lo tanto puede haber una predisposición (que no avocación) al mal pero que se puede modificar a través de la educación. Y no olvidemos que los niños maltratados tienden a reproducir su esquema educativo.
Pero vayamos al grano, como diría el dermatólogo. Es decir, analicemos el caso Ashlynd. Resulta que según las crónicas sociales, esta niña de 6 años (a la edad en que Chopin componía sus magistrales obras), aprovechó que su madre dormía para utilizar su dedo para burlar la protección biométrica de su iPhone y así poder hacer compras a través de Internet con cargo a la tarjeta de crédito de sus padres.
Qué duda cabe que se trata de una niña prodigio, capaz de obtener una impresión dactilar válida con todos los caracteres identificativos  y luego hacer las compras a través de un medio informático, lo que requiere cierta experiencia.
Claro que hay niños superdotados, pero han llegado a alcanzar prestigio gracias a continuos ensayos. Chopin no se puso al piano sin más y se puso a componer y dar gloriosos conciertos. Por ello, se podría pensar que habría otro/a responsable y que la niña hubiera sido utilizada como mero instrumento. Pero a la vista de los hechos, fundamentalmente del producto adquirido (juguetes) la noticia tal como se cuenta adquiere cierta veracidad. En cualquier caso, los servicios de inteligencia deberían comenzar a vigilarla, no vaya a resultar más peligrosa que nuestro Nicolasín.
 

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