Opinión

Muertes anunciadas

Pues sí, dilecta leyente, mientras que para acoger a un niño en adopción, incluso en cualquiera de las formas de convivencia temporal, se exigen unas medidas espectaculares sobre la capacidad del adoptante, como la edad, armonía familiar y medios económicos, así como de la habitación que va a ocupar, tales como amplitud de espacio y pulcritud, en el caso de los enfermos mentales peligrosos se les endilgan a sus ancianos padres, sin tener en cuenta ninguna circunstancia; tal vez como castigo por haber engendrado tal “monstruo”. Y así pasa lo que pasa, ante la indiferencia de la sociedad que se limita a decir del asesino: ¡Ah, estaba loco! Y se quedan tan tranquilos, porque han racionalizado el hecho como justificado por la enfermedad. Indudablemente el loco es un enfermo, pero la responsabilidad hay que exigírsela a otros, como cuando se produce un fallo médico en una enfermedad física o cuando el asesino es un preso de permiso.
Ha sido la mentalidad pijoprogresista de nuestros políticos, a los que debería someterse a periódicos exámenes de salud mental, en que prima el tratamiento ambulatorio sobre el internamiento, el que ha propiciado esta grave situación, al no haber dispuesto los medios adecuados y complementarios a la innovadora medida.
Si al menos el tratamiento ambulatorio funcionara bien, con un seguimiento constante de la enfermedad y del enfermo. Con visitas periódicas e intervenciones oportunas cuando el paciente lo requiera, menos mal. Pero, desgraciadamente, el que suele acudir es el forense. Perdura en la sociedad la idea de los antiguos manicomios en donde se apilaban todos los deshechos humanos y, por ello, objeto de tantos abusos, ignorando, tal vez, que hoy existe un exhaustivo control judicial sobre estos ingresos, que impide que entren por la puerta falsa otros con espurios intereses, o que el enfermo permanezca en el Centro más tiempo del necesario.
Nuestro sistema de salud mental parece regido por auténticos taraos. Sirvan como ejemplo dos datos significativos: A) Fallos en la fase preventiva. La mitad de las enfermedades mentales que se detectan durante la fase de examen forense, no habían aflorado con anterioridad al delito cometido, o no habían sido diagnosticadas. Y es que faltan centros de salud mental infantiles, en contacto con colegios, para detectar y tratar a tiempo a estos enfermos, evitando que el mal se enquiste con el tiempo, convirtiéndose en algo crónico. B) Fallos en el tratamiento. Los problemas mentales están ya detrás de un 40% de los crímenes y agresiones graves
O las cosas cambian o seguiremos desayunándonos con la muerte de ancianos por parte de unos hijos que sufrían trastornos delirantes, que les hacían imaginar que aquéllos los querían envenenar, o se creían profetas que tenían que aniquilar “infieles”. O que padecían una esquizofrenia que les hacía oír voces que les ordenaban matar, o que les han colocado un extraño cristal en la cabeza, a través del cual los manipulaban. Eso sin contar los que sufren psicosis por drogas.  Y el trágico desenlace se acostumbra a producir sin discusión previa.
Y a la vista de tanta despreocupación oficial por el tema, sólo cabe preguntarse: ¿Estamos locos o qué?

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