Opinión

La envidia de los ingleses

Pues dilecta leyente, nuestras expectativas de vida son la envidia de los ingleses, dos años y medio de años más por encima de los hijos de la Gran Bretaña, y, según estudios, en 2.040 seremos los más longevos del planeta, superando, incluso, a los japoneses. Y los hijos de la Pérfida Albión se preguntan cuál es nuestro secreto, si bebemos y fumamos más que ellos. 
Pues bien, es posible que consumamos más alcohol, pero lo hacemos con moderación, con calma, disfrutando de la bebida, generalmente acompañada de algo de comer, el clásico pincho, mientras que los ingleses acostumbran a beber para emborracharse y no suelen dejar ni una gota en el vaso. Además la Benemérita cuida de que no nos pasemos. En cuanto a lo de fumar, lo estamos dejando.
Nosotros somos gente de familia, que mantenemos la relación y el afecto con los nuestros y añoramos siempre el hogar, estemos donde estemos. Esos lazos familiares permanecen en el tiempo y en el espacio, mientras que los ingleses se independizan muy jóvenes, sustituyen la familia por los amigos, y no sienten la nostalgia del hogar como el centro afectivo.
Mientras ellos toman el té, su único momento de asueto, nosotros dormimos la reparadora siesta, aunque sea una breve cabezadita, que es mucho más sana. Es cierto que no somos mucho de gimnasio, pero caminamos mucho, sobre todo practicamos el sprint para coger el autobús.
Mientras ellos engullen comida basura, nosotros tenemos la mejor gastronomía, nuestra sabrosa y saludable dieta mediterránea, con nuestros arroces, nuestro pescado, nuestras verduras frescas, nuestra paella, nuestros caldos y de vez en cuando nos metemos un cocido entre pecho y espalda para flagelar el cuerpo.
Ellos viven entre la niebla, que tantas novelas de suspense han inspirado, pero que es tan perjudicial es para el cuerpo y que tal vez les genere ese carácter frió y distante.  Aquí disfrutamos de un sol espléndido, fuente de energía y vitalidad y como decimos en Galicia, llueva o haga frío siempre “fai un sol de carallo”, lo que nos permite gozar de nuestras espléndidas playas y por ello estamos siempre de buen y sano humor, y no ese ácido, por momentos casi negro y la mayor parte de las veces hiriente, que se gastan por allí.
Todo ello no obsta para que trabajemos duro y bien. Seamos creativos y rigurosos. Ponemos pasión y fe en lo que hacemos. Valoramos la familia como nadie, apreciamos la amistad y sabemos divertirnos en nuestras fiestas, que son muchas y variadas.
Ellos son ceremoniosos hasta para ir al baño. Nosotros sabemos distinguir lo formal de lo superfluo. Como dijo Napoleón “De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso”.
¿Y Gibraltar pa’ cuándo…? 

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