Opinión

Intrusismo en el club de la guindola

Dejando a un lado a los golpistas que nos quieren robar España y a la panda de “vendepatrias” que negocia la operación, permítame, dilecta leyente, que me centre en esos ladrones de medio pelo y sus peculiares formas de meter la gamba, como cualquier julay
Pues, dilecta leyente, la supongo informada de ese “sucedido” en que unos ladrones, que entraron a robar en una tienda, resultaron encerrados en la misma por el dueño, como preludio de otro encierro que les espera por intrusismo en el selecto club de la guindola, y es que la situación económica está arrastrando al lumpen a mucho aficionado, sin pedigrí ni vocación y sin mostrar el menor respeto por los auténticos profesionales

Un profesional, antes de meterse en harina, realiza, como paso previo, un estudio del escenario del delito, que comprende la comprobación de la existencia de medidas de seguridad y, si acaso, de la posibilidad de inhibirlas o de alguna manera burlarlas, para evitar tanto su identificación como de que alerten de la “operación”, así como el número de empleados y de cuál sería su reacción (o sea tanto el carácter como la vinculación con la empresa) Es decir, posibilidades de que el hecho tenga éxito y además resulte incruento. Luego, realiza un análisis económico del binomio riesgos/beneficios (si le compensan los años de talego con la pasta que pueden afanar, para el caso de que el proyecto fracase).

Piensa en garantizarse la huída. Para ello  busca el local con varias salidas y  mayores vías de escape, para no resultar bloqueado. Vigila a los testigos, les retira los móviles y cualquier medio de comunicación con el exterior y apartándolos de los pulsadores y de cualquier ventana o punto de salida. Habla con firmeza cuando se dirige a las víctimas y testigos, evitando “cascar” más de lo debido y evitando entrar en confianza.

Se oculta, tras la operación, mientras dura la investigación. O sea, mientras el género esté caliente, No hace ostentación de dinero, llevando, por el contrario una vida discreta y teniendo prevista una coartada, que si no convence al menos siembre la duda.
Los errores que estos mangutas suelen cometer se deben al exceso de confianza y las traiciones. Cuando el robo es de efectos, suele tener previsto de antemano como darle salida a la mercancía, buscando un comprador, el clásico perista, pero la operación o bien hay que dejarla enfriar, hasta que la bofia reduzca la presión o, por el contrario, sacarla rápido del país, antes de que se pongan en marcha las medidas fronterizas de control.

Por suerte para la Policía, los choros cometen fallos: En las bandas, no todos los integrantes son igual de listos, surgen desavenencia a la hora del reparto, delaciones para hacerse con el control del grupo o por venganza o por ilegal competencia de otra banda rival,  y el que actúa solo, sin una mínima intendencia, suele dejar cabos sueltos.
Y siempre hay un Eliot Ness para cada Al Capone.

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