Opinión

Delincuentes violentos y de cuello blanco

La historia demuestra que junto con los seres humanos modernos convivieron al menos otros cuatro tipos de homínidos en una relación poco amistosa, entre los que destacaban los denisovanos y los neandertales, con los que consta hubo mestizaje.
¡Lo que me temía, dilecta leyente, y ahora corroboran antropólogos y genetistas! El ser humano actual contiene genes de estos denisovanos y neandertales, lo que puede dar pistas sobre las diferencias de comportamiento. De hecho en ninguno de los 87 genes específicos de los humanos modernos se ha encontrado uno solo que contenga una característica  única de los humanos modernos. A partir de esta lista de genes aprenderemos algo sobre los cambios que se produjeron en el linaje humano.
La ciencia trata de explicar la extinción de estos homínidos en parte por la práctica de la endogamia, pero algo me dice que no fueron precisamente los neandertales los que desaparecieron. Por lo que, en mi opinión, estamos rodeados de auténticos homínidos, y teniendo en cuenta que los denisovanos dejaron su rastro genético principalmente en los humanos de Asia y Oceanía, a nosotros sólo nos cabe ocuparnos y, en su caso, preocuparnos, de los neandertales (que al parecer eran caníbales). Para mí que estos trogloditas se asentaron en España (de ello da testimonio la cueva de Atapuerca); y así nos va como nos va.
Ello explicaría la distinción en Criminología entre delincuentes violentos, autores de delitos de sangre, (como David Oubel, conocido como “el parricida de Moaña” que asesinó a sus hijas de 4 y 9 años, descuartizándolas con una radial), que entrarían en la calificación del “delincuente atávico”, al que se refería Cesare Lombroso, y el  moderno delincuente de “cuello blanco” (“homo tramposus”), más evolucionado que el homínido, pero conservando genes de aquéllos, que se aprovecha de su posición laboral o social para esquilmar a la sociedad. Valga, como ejemplo, Rodrigo Rato.
El primero es el más temido, pero no el más peligroso. El delincuente “neandertaliano” es fácilmente reconocible por sus modales primitivos y sus métodos salvajes para la consecución de sus fines, por lo que es fácil de identificar y se gana el reproche social. Así que más tarde o más temprano alguien le para los pies.
Por el contrario, el “delincuente de cuello blanco” (White collar crime) es una persona perfectamente integrada en la sociedad, incluso con fama de filántropo, buen padre de familia y excelente vecino, hasta que se descubre su implicación en escándalos financieros, quiebras punibles, insolvencias fraudulentas, etc. Hechos que colaboran a que la gente pierda la confianza en el sistema económico. ¡Y eso sí que es grave! 
También existe el “delincuente insurrecto”, que desafía al Estado, henchido de polifagia y poliflatulencia catalanas. Ahora, además, tenemos que comenzar a preocuparnos del “delincuente alienígena” (el que más sabe de esto es Iker Jiménez), perteneciente a otra especie más evolucionada, dispuesto a apoderarse del Planeta con métodos esotéricos.

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