Opinión

Delincuentes de cuello azul

Pues mire, dilecta leyente, en Criminología se establecen distintas clases de delincuentes en función de diversos factores, como la edad, el tipo de delito, el medio utilizado, la forma de realización, el carácter, la habitualidad, etc., pero también según la importancia de la profesión o actividad relacionada con el hecho. Así podríamos diferenciar entre delincuente común, delincuente de cuello blanco y delincuente de cuello azul. Los dos últimos se basan fundamentalmente en el ámbito socioprofesional que les sirve de soporte.
El delincuente de cuello blanco (white collar crime) se aprovecha de su status para cometer delitos mayoritariamente socioeconómicos, como empresario, director o administrador de empresa, mientras que el delincuente de cuello azul (blue collar crime) se refiere al autónomo que simbólicamente utiliza mono de trabajo, es decir al trabajador manual, cuyo modelo es el responsable del taller mecánico que instala piezas usadas o de alguna manera defrauda al cliente en la factura. Ahora bien, cuando el delincuente de cuello azul, en cualquiera de sus modalidades, utiliza una situación de conflictividad laboral para cometer actos violentos, pasa a ser un delincuente común.
Pues, resulta que no hace mucho, una joven policía ha sido vilmente apaleada y derribada con furia por unos auténticos vándalos y, mientras estaba en una situación de total indefensión, la siguieron golpeando con alevosía y enseñamiento. Desmanes que aquéllos pretendían justificar en que eran trabajadores que reivindicaban sus derechos, como si los otros fuesen de otra galaxia en donde no hubiera que doblar el espinazo.
Cabrían muchas razones para explicar a estos energúmenos, que se amparan en el anonimato, buscando la protección del rebaño, que ser trabajador no es una eximente. Que estamos en un Estado de Derecho y que existen cauces legales para expresar y defender sus derechos, con mayor o menor vehemencia, pero sin actuar como hordas mongolas.
Efectivamente, tanto el derecho de manifestación como el de huelga son derechos fundamentales, pero sobre los cuales la propia Constitución establece unos límites, que si se traspasan dejan de ser protegidos. Y la manifestación se convierte en ilegal.
Pero, además, por si les sirve de algo, deben saber que igual que el policía, cuando se extralimita en sus funciones, pierde el carácter de agente de la autoridad, también el trabajador o manifestante legítimo, cuando se desmadran dejan de ser considerados como tales, para convertirse en unos vulgares criminales. Por cierto, los policías salvajemente agredidos, como el de Barcelona, también son trabajadores y con problemas, seguramente iguales o mayores que los suyos. ¡Qué te mejores Iván!
No me gustaría darle la razón a Napoleón, cuando dijo aquello de que “A la mayor parte de los que no quieren ser oprimidos, no les disgustaría ser opresores”.

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