Opinión

Daños colaterales del crimen

Pues sí, dilecta leyente, parece que aquí hacemos bueno el dicho “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”, olvidando pronto el dolor de las víctimas, presas de un depredador “humano”, pues “cada día nos trae un nuevo afán” y con el tiempo éstos se nos aparecen como fantasmas del pasado, convirtiéndose en un engorroso recuerdo, que tratamos de eludir.
Resulta de una extrema crueldad comprobar cómo ha acabado la familia de Francisco Holgado, conocido como “Padre coraje”, que se infiltró en los bajos fondos para investigar el asesinato de su hijo, cuando  este trabajaba en una gasolinera: el matrimonio, separado y en el paro; una hija con discapacidad psicológica; uno de los hermanos buscó refugio en la bebida y otros dos no se hablan con el progenitor. O las familias de las “niñas de Alcásser”, (secuestradas violadas y obligadas a cavar su tumba), uno de cuyos padres, además de pasar por similares penurias, para mayor aflicción, terminó sentado en el banquillo por los compañeros de los mismos que debían mantener preso al autor principal, al parecer porque se sintieron molestos por las palabras llenas de rabia con que se desahogaba el atribulado progenitor contra todo el que creía poco diligente en la investigación del escabroso crimen.
Para ellos el tiempo pasará viendo quemarse los días, el silencio de la luna cubrirá las sombras de la noche y su dolor se trocará en agonía de no entender por qué. Habrá momentos de su vida en que creerán que no tiene sentido seguir, en los cuales los pies no avanzan, los ojos agusanados de tanto llanto, el corazón siempre a punto de triscar, y su vida convertida en un eterno velatorio. Y encima se les recordará el imperativo con que, al parecer, les contestó el entonces ministro del Interior, Corcuera: ¡A llorar en casa y en silencio!
Mientras los asesinos cantarán aquello de: “Nos comemos el mundo/levantamos la voz/ansiamos un segundo/ luchamos sin honor/. Somos indiferentes/ al resto de la gente/pisamos con descaro/ ¡Cuidado que te disparo!”
Como dijo una de las víctimas: “Ellos pueden ir a la cárcel a ver a su hijo, a nosotros sólo nos queda el cementerio”. Claro que a algunos, como a los padres de Marta del Castillo, ni siquiera les queda ese pírrico consuelo, porque unos pequeños desalmados se dedican a jugar con todo el poder del Estado sobre dónde tienen escondido el cadáver de la niña. Y legalmente pueden hacerlo. Confiemos que ahora, tras resultar investigados El Cuco y su madre por Falso Testimonio, se abra una nueva vía para culminar la investigación, pues se han admitido como prueba unas grabaciones, hechas a los aludidos, por un detective privado.
¡Qué tropa, Maribel!

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