Opinión

El caso Nadia

Pues, dilecta leyente, “cada día trae su propio afán”. Cuando estamos con la duda de si el mensaje atribuido a Diana Quer es real o ficticio, nos sorprende el caso Nadia de un padre que básicamente se aprovechó de la enfermedad de su hija para hacerse una fortunita a costa de la buena gente, al que ahora acusan de estafa. Pero el hecho tiene más aristas que un poliedro cóncavo.
Primero. Una niña con una enfermedad rara y un padre con antecedentes por estafa que ve la oportunidad de, al tiempo que busca ayuda para su hija, dar rienda suelta a su espíritu de farsante para montar una tragedia a lo Shakespeare.
Segundo. Una cadena de televisión que se dedica al periodismo de investigación queriendo hacerse con el monopolio del drama, se implica hasta las orejas, promoviendo campañas de solidaridad con la niña que permanece ajena a todo, mientras su progenitor se dedica a hacernos soltar la dádiva solidaria a través del medio con continuas entrevistas lacrimógenas.
Descubierto el entuerto, el malandrín pide perdón con la misma cara compungida que venía empleando para contar sus peripecias médicas buscando un “salvador” que curase a su pequeña o al menos la salvara de una muerte prematura. En una entrevista radiofónica con la cadena a la que engañó, promete devolver el dinero a los donantes que  lo soliciten y les pide que le dejen explicarse acudiendo al plató. De una parte, ocultaba que la “guita” ya se la había embargado preventivamente el “corroy” y, en segundo lugar, sigue confiando en el poder de persuasión de su careto que le permita seguir teatralizando, que no por teléfono donde solo la palabra cuenta.
Aquí hay varias víctimas. La más perjudicada es la propia niña a la que ahora se verá con escepticismo. La segunda, la propia cadena de televisión que pese a la perspicacia de sus sabuesos ha resultada más pringada que una tostada con aceite, y todo por la lucha por la competencia en ganar más audiencia. Claro que tras el fracaso cosechado sus investigaciones serán puestas en cuarentena. La tercera, los enfermos en general de este tipo de enfermedades, pues la sociedad ya no será tan receptiva. 
Pero, ¿existe delito de estafa? El tipo penal requiere no solo que haya engaño, sino que éste sea “bastante”. Es decir que el timo sea de bulto, en el que caería cualquier espabilado. La defensa debería apoyarse en una polémica sentencia del magistrado Martín Pallín que absolvió  a un curandero que había arruinado a una familia con la promesa de curar de cáncer al abuelo, porque viene a decir que todo el mundo sabe que el cáncer no se cura con remedios mágicos.
 

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