Opinión

Los 12 Mandamientos del Abogado

Pues, dilecta leyente, como los médicos y otro profesionales, también los abogados tienen su propio código deontológico que les señala cual es el proceder correspondiente en el desarrollo de su actividad.
Por deformación profesional me fijo especialmente en la profesión del abogado, cuyo patrón es San Ivo de Treguier que, como dice la tradición, aparte de letrado fue juez y sacerdote bretón. A pesar de los altos cargos que ostentó, tenía la costumbre de dormir sobre el suelo y se hizo terciario franciscano. Se ofrecía a defender a los pobres sin aceptar paga, por lo cual fue conocido como “Abogado de los Pobres”.  
San Ivo consideraba a los más desafortunados y pobres sus amigos y estaba siempre dispuesto a servirles y a ayudarles a obtener justicia. Su epitafio reza “Ivo era bretón. Era abogado y no era ladrón. Santo Dios: ¡Qué admiración!”
Este santo compuso 12 Mandamientos de los Abogados:
1) Ningún abogado aceptará la defensa de casos injustos, porque son perniciosos a la conciencia y al decoro.
2) El abogado no debe cargar al cliente con gastos exagerados.
3) Ningún abogado debe defender ningún caso valiéndose de medios ilícitos o injustos.
4) Debe tratar justamente los casos de todos los clientes como si fueran casos propios.
5) No debe ahorrar trabajo ni tiempo para obtener el triunfo del caso que le ha sido encomendado.
6) Ningún abogado debe aceptar más querellas de las que su tiempo disponible le permita.
7) El abogado debe amar la justicia y la honradez tanto como a las propias niñas de sus ojos.
8) La demora y la negligencia de un abogado causan a menudo perjuicio al cliente, y cuando esto acontece, el abogado debe indemnizar al cliente.
9) Si un abogado pierde un caso debido a su negligencia, debe recompensar debidamente al cliente perjudicado.
10) Para hacer una buena defensa, el abogado debe ser verídico, sincero y lógico.
11) El abogado debe pedir ayuda a Dios en sus defensas, pues Dios es el primer protector de la justicia.
12) Los principales requisitos de un abogado son: sabiduría, estudio, diligencia, verdad, fidelidad y sentido de justicia.
¿Están vigentes estos “mandamientos” hoy en día?  
Hoy ningún abogado duerme en el suelo, aunque sí en el sillón del despacho  cuando algún caso no le deja conciliar el sueño.
El abogado cumple con el precepto constitucional que le obliga a intervenir para garantizar un proceso justo. Po ello, también actúa de oficio para los más desfavorecidos, como “Abogado de los Pobres”, sin obtener merced alguna. Colabora con ONGs y participa activamente en la Justicia, unas veces defendiendo al inocente y otras acusando al malhechor. 
Cuando actúa como abogado particular, su vocación le impone ser justo y honrado, detallando los gastos que ha tenido, sus honorarios parten de unos criterios orientativos del Colegio de Abogados y en su caso de un pacto con el cliente. Luego no hay engaño. Y, en  caso del pago de costas  excesivo, interviene, para corregir, el Letrado de la  Administración de Justicia. Por tanto, el justiciable tiene todas las garantías para no ser “robado”
El  juez dirige y controla el proceso, el fiscal cuida de la legalidad del mismo, y la otra parte está atenta a los movimientos de su contrario; por ello, el abogado se cuida mucho de no utilizar medios ilícitos, mayormente porque se lo impide su moral y, en último caso, por temor a ser rigurosamente sancionado.
 Es un axioma que el abogado pone todo su saber y entender al servicio del cliente, y a ello dedica todo su tiempo para ganar el pleito. Su inteligencia y preparación se le suponen. Desde luego está siempre estudiando para actualizarse a través de cursos para ejercer su profesión con eficacia. Y si por negligencia perjudica a su cliente, lo indemniza a través del seguro del Colegio.
El abogado no necesita ser santo ni bretón, le basta con ser el “ALIVIO” que te saca las castañas del fuego.

Te puede interesar