Opinión

"El Seminario, misión de todos"

El lema propuesto para la celebración del Día del Seminario 2019, que tendrá lugar el próximo 17 de marzo, es “El Seminario, misión de todos”. Un año más, en esta ocasión del Día del Seminario, somos invitados a dirigir nuestra mirada agradecida y esperanzada a los Seminarios de nuestra diócesis. En ellos Dios está realizando auténticos milagros en las vidas de un grupo de jóvenes que, con no poca valentía, han dado un paso adelante en la llamada recibida a seguir al Señor como sacerdotes.
Nuestra diócesis se alegra por ello pero, al mismo tiempo, siente la gozosa urgencia de secundar el deseo de Dios y contar así con más pastores según el corazón de Cristo, Buen Pastor. Y este sueño, queridos hermanos, ha de ser compartido por todos. La preocupación por las vocaciones sacerdotales está inscrita en la entraña de todo creyente. Hemos de descubrirla, avivarla y actuarla. Es un desafío que parte necesariamente de una profunda convicción: la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal. 
Quiero, con vosotros, dar gracias a Dios por nuestros sacerdotes, diáconos y seminaristas. De ellos recibimos tanto bien, bajo la luminosa estela de una vida cargada de esfuerzo, entrega y dedicación. Necesitan de nuestro aliento, comprensión y colaboración.
Hace unos días escuchaba esta expresión “previos vocacionales”. ¿A qué se refiere? Tiene que ver con aquellos espacios, actitudes y disposiciones que germinalmente pueden facilitar y favorecer que nuestros jóvenes escuchen y acojan la vocación sacerdotal. Se refiere, por ejemplo, a la acogida incondicional, a la escucha atenta, al acompañamiento comprometido. “Previos vocacionales” son esos espacios y momentos donde el joven se siente querido, escuchado y respetado, donde experimenta el don del amor de Dios a través de gestos que le inician, quizás sin saberlo, en la experiencia de la vocación. 
Es aquí donde el lema de este año adquiere todo su sentido: “El Seminario, misión de todos”. Cada uno de los diocesanos estamos llamados a encarnar y a manifestar estos “previos vocacionales” en los ámbitos privilegiados de nuestro vivir cristiano: la familia, la parroquia y el colegio. ¡Convenceros de que ningún esfuerzo en esta tarea resultará infecundo! ¡Cuántos de nuestros sacerdotes, por no de decir todos, han descubierto, hemos descubierto, con los años que el origen de nuestra vocación sacerdotal estaba en el testimonio de amor y fe en la familia; en la palabra y el ejemplo estimulantes de un profesor o de una catequista; en la cercanía entrañable con el sacerdote y la comunidad parroquial!
Una vocación sacerdotal en la familia, en la parroquia, en el barrio, ha sido y sigue siendo una muy buena noticia. Con ella siempre llega la bendición de un modo de mirar, de sentir y de actuar que crea espacios de vida abundante, que da sentido y que contribuye a construir una convivencia más humana y humanizadora, según la persona de Cristo, es decir, más cristiana y evangélica. 
Todos compartimos la vocación primigenia y primordial: la llamada de Dios a ser sus hijos y, consiguientemente, hermanos. Ahí radica nuestra llamada a la santidad. Y esa llamada a la santidad nos abre a la misión. “Somos misión”, afirma el Papa Francisco. ¿Cómo no asumir entonces que parte de este ser-misión implica el anuncio gozoso de nuestra más genuina identidad? ¿Cómo no promover, ayudar y facilitar que nuestros jóvenes puedan descubrir el proyecto pensado por Dios para ellos? ¿Por qué no colaboramos con Él en la difícil pero siempre apasionante tarea de despertar la llamada al sacerdocio ya presente en los corazones de muchos de nuestros jóvenes?
Tanto la oración compartida y la comunión eclesial como la ayuda material, la preocupación y la solicitud por nuestros seminarios de Tui y Vigo y la cercanía cordial a nuestros sacerdotes y seminaristas son el modo inmejorable de hacer realidad la invitación del Día del Seminario 2019. Este objetivo lo rezaremos con frecuencia de la mano de la oración creada para este año: “que nuestros seminarios sean lugares de encuentro y comunión en el corazón de la Iglesia para la formación de pastores según su corazón”.
Pido con todos vosotros a Jesucristo, el Divino pastor, y a San José, custodio de la Familia de Nazaret, que protejan a nuestros seminarios y bendigan a nuestra Diócesis con santas y abundantes vocaciones.
Con mi afecto y gratitud para todos.

(*) Obispo de Tui-Vigo.

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