Es verdad. Lo importante es jugar bien. O sea:
Una unidad de jugadores en buen momento, realizando las más bellas y selectas posturas y animar a colocar el balón en el área enemiga y cuando parece que vamos a conseguir un gol (cuantos goles no hemos metido, debe ser un nuevo sistema de entrenamiento), jugar y perder con el enemigo de cada momento, (levanta mucho la moral, según parece y se comprobará en el próximo partido.)
Otra unidad de hasta ahora-, aficionados sufridores, pero nada, tranquilos, un taco que otro verbalísimo y personal y
¡adelante, Celta, Celtiña!, en el campo del chiquiteo puede colocar las cosas en su sitio y los balones en las puertas de los equipos ajenos rasgando casi- la red.
Otrísima unión, casi solitaria de seguir así, está ahí, viva, enseñando a los muchachos a que ejerciten, sin variaciones, los gestos, posturas, anhelos ¡hai de min!- y posturas deportivo-futboleras que se supone-, ejecutan todos los días de entrenamiento y si no las comprenden pues por ahora no se ve nada, aunque digan que los jugadores contrarios (los nuestros), juegan de maravilla y los enemigos ponen una red transparente, de acero, que tapa el vano y en vano para la goleada segura -¿no?- de los quehaceres de los jugadores celtistas.
En fin: que la directiva celtista tiene fe en el entrenador celtista. (Algún jugador -místico, hace sus rezos en esquema futbolístico para el choque que suele venir a jugar así y nosotros los célticos seremos, bravos, animados y con fe enseñados por su entrenador. (La afición ha visto santiguarse a muchos futbolistas antes del encuentro. Lo de ganar ya es otra cosa
Será que hay que volver a jugar al fútbol a lo bestia (un poco) como se hacía dicen-, antes, muy a lo macho aunque todavía no se había descubierto el menisco, o la tendinitis, la lección de abductores, ni.. el hacer tiempo ni tetaro.
(Algún día les contaré con pelos y señales duras, claro-, como se hacían goales.