Opinión

Se dice... se dice...

La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad”. No sé cómo sonará esto en griego, porque Epicteto no dejó obra escrita. En román paladino suena a despecho: “¿Y el anillo p’a cuándo?”. Dilma Bousselham, como la Zoraida del Quijote, desea vivir casada con Pablo Iglesias; pero él, cautivo en Bruselas, sólo ve en la morita su asistenta. Se aviva su salacidad de macho alfa: ¿Se la trinca? ¿No se la trinca? Estaba con Tania Sánchez, la novia de Rivas-Vaciamadrid; pero la fría Europa, la lejanía, la proximidad de la asesora magrebí tal vez le lanzaron por otros vértigos. Donde hierve la olla no metas la polla; pero el “amado líder” está desbocado. La melena, como a Sansón, le da la fuerza de un verraco. No le basta con vivir machihembrado; donde no llega manda wasaps: “La azotaría hasta que sangrase”, escribe refiriéndose a Mariló Montero. Y Alá sabe cuántas machiruladas más. El tiempo pasa. Aparece Irene Montero. El amado líder no da abasto.       

El desprecio es más fuerte que el amor. Riñen los amantes y se roban los teléfonos. Y se airean las tarjetas SIM. Y se mandan pantallazos que vuelan por las redacciones de revistas como “Interviú” cual cuervos de mal agüero. Y llegan hasta el comisario Villarejo: un pajarraco de alcantarilla, mitad cuco mitad buitre carroñero, al que no hay rata que no le ronde. Al descubrirse las indecencias, se muñen las excusas. Se urden las denuncias. Se maquinan las respuestas. Y se achicharran al microondas las evidencias. Pero se olvidan de Epicteto: en versión castiza resulta todavía más demoledor: “Se coge antes a un mentiroso que a un cojo”.   

Donde hubo fuego puede avivarse el rescoldo, tal vez eso piense Irene Montero, la más favorecida de las tres. Iglesias, como el puerco bravo, huye siempre hacia adelante. “Quien ama emula”, piensa. Y, como está mal ponerle un piso, le pone un periódico digital a Dilma Bousselham. A cambio ella vuelve a declarar ante el juez García Castejón. La mentira es el pataleo de los estúpidos. Y la vuelven a cagar. Se dice… se dice… no sé si será verdad. Lo que está claro es que los del Partido del mal, tienen el corazón enfermo. 

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