Opinión

Sálvese quien pueda

Especializada en cubrir -y encubrir- mentiras la prensa traga lo que le echen por el gaznate; mayormente sapos y culebras, hasta la última escama. Hay medios que digieren batracios como hipopótamos; otros eructan la ponzoña con que se nutren, sobre todo las Televisiones públicas. La política es un terrario de reptiles. Los noticieros una charca de inmundicias.

No me sorprende que la prensa, en cuanto a incordiar al poder se refiere, comulgue con ruedas de molino (al fin y al cabo la posverdad es tendencia); ni siquiera me sorprende que donde dijo “artículo 155” diga ahora “sí, bwana” Pedro Patrañas. Lo que me indigna, lo que me jode hablando en plata, es que quienes deben decirnos toda la verdad, y nada más que la verdad sobre el coronavirus, anden más perdidos que el hijo de Lindbergh; al punto de confundir Covid-19, con Cobi-92 la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona. 

Cada político suelta su obviedad: “Tenemos la mejor Sanidad del mundo”; cada becario su parida: “El coronavirus es como una gripe”; cada Telebasura su grillera: jode, indigna para los más tiquismiquis, ver cómo pasan las mañanas desbarrando del coronavirus especialistas tan cualificados como el torero Fran Rivera Ordóñez, que lo hizo en “Espejo Público”; o conectando con la becaria de turno, que apostada en un hotel de Tenerife ora dice que allí entra todo bicho currante ora que no sale ni dios bendito.

Después están los “expertos”: Primero que no hay por qué preocuparse, pero fletan un avión para repatriar de Wuhan a unos cuantos españoles asintomáticos; luego que no hay por qué hacer controles aeroportuarios, pero cancelan el Mobile; luego que no hacen falta mascarillas (tampoco se consiguen), pero que estornudemos bajo las axilas; luego que acudamos al hospital más cercano si tenemos síntomas; luego que no acudamos, que se saturan las urgencias; luego que quedemos en casa y llamemos al 112; luego que no lo hagamos, que se bloquea. Y así hasta llegar al tradicional: “Sálvese quien pueda”.

China, la fábrica del mundo, suspendió toda actividad desde el principio. Japón cerró sus puertos. Singapur sus fronteras. Irán sus mezquitas. Arabia Saudí la Meca. Suiza prohíbe todo acto que implique más de mil almas concentradas. Y España, que vive del turismo, que recibe virus de los cinco continentes, espera a que San Juan baje el dedo, o la parca le haga una peineta. 

Cuatro de cada tres anuncios sobre la salud son filfa. Pero no estamos en publicidad. La tasa de contagio es elevada, la mortalidad ronda el 4%, es decir, en España podríamos palmar 1.900.000 paisanos, tres veces más que en la Guerra Civil. Puede que sobre memoria histórica, pero falta información veraz de calidad. 

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