Opinión

La revolución de las moscas cojoneras

Vuelven las moscas cojoneras, vuelven los revolucionarios de vía estrecha a dar por culo con la bandera tricolor que, cuando les tocó defenderla, entintaron de blanco rendición. “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus objetivos militares. La guerra ha terminado”. Franco no dio un golpe de Estado. Franco ganó una guerra abierta que duró tres años. El “Ejército Rojo” estaba formado por el Ejército Popular de la República (EPR), las Milicias Confederales (CNT y FAI), la Eusko Gudarostea (ejército vasco), y la Unión Soviética con sus cientos de aviones, carros blindados, miles de fusiles y piezas de artillería, así como enormes cantidades de munición y cientos de pilotos y marinos profesionales. La Unión Soviética se fue de España con el oro. Y también con el rabo entre las piernas.    

Siempre he dudado del argumentario de las turbas; siempre he desdeñado poder de las masas. “La guerra es la guerra y la revolución es la revolución”, escribía el vilanovés Julio Camba en 1937. “La revolución es una juerga, una orgía, una bacanal que no tiene nada que ver con la guerra. Se tiran tiros. Se comen jamones. Se matan curas. (…) La guerra, por el contrario, es orden, método, disciplina, jerarquía, autoridad y responsabilidad”. La historia la cuentan los que ganan, dicen. Pero veo a muchos incautos (otros no tanto) dando pábulo a un relato de patrañas. Veo a muchos políticos, y a muchos plumillas paniaguados, desmontando los pilares de la democracia que juntos hemos erigido para lanzar cantazos al de enfrente. Oigo hablar de fosas comunes, de torturadores, de fascismo, de ruido de sables. Miro hacia los lados. ¿Quiénes son los torturadores? ¿Dónde están las fosas comunes? ¿De quiénes son los cadáveres? Todos callan. 

Pero entonces vuelven las moscas cojoneras: Que si ochenta años de sufrimiento, que si miles y miles de mujeres maltratadas, que si los GAL, que si la cal, que si el terrorismo de Estado, confundiendo el culo con las fístulas. Vuelve el rebuzno al maizal. Razonar con quienes se creen sus propias falacias es como arar en el océano. Los magnánimos, los que abrieron la mano para que retornara la paz fueron los que ostentaban el poder, los mitrados, los militares, el régimen franquista; no los derrotados: éstos aún siguen erre que erre reclamando venganza, enarbolando pendones, atentando contra la concordia. 

He aquí una ucronía irrefutable: si hubiesen vencido los de Stalin, España habría entrado en la Segunda Guerra Mundial, el telón de acero empezaría en Tarifa, y en Siberia no habría suficiente inmensidad para enterrar a los del otro bando. ¡Viva España!, manque vuelva la República. Pero al pan, pan y a los revolucionarios de zapatiesta butifarras, que es lo que les gusta.   

Te puede interesar