Opinión

Programando desencuentros

España en precario, Europa en diferido, la Justicia en entredicho, la investidura en veremos, la unidad de la Nación comprometida y los políticos programando desencuentros.  

Nadie en su sano juicio programa un desencuentro; ni mucho menos lo pacta: salvo que sea una declaración de guerra. Y esto es lo que están haciendo los felones del PSOE al capitular ante los independentistas catalanes: firmar un armisticio para, junto con Unidas (jodemos lo que) Podemos, tratar de dinamitar España. Además del botín correspondiente, el contubernio lleva implícito el reparto de fronteras.

“Nada hay más desolador que la batalla ganada -dijo Wellington, el duque de hierro, que lloró amargamente cuando leyó la lista de bajas tras vencer a Napoleón en Waterloo- salvo la batalla perdida”. En la hodierna democracia española –lo digo yo- nada hay tan decepcionante como las mayorías absolutas (pretenciosas, opacas, abusivas), salvo el empate entre las demagogias populistas, elegidas por un electorado a la fuga de soberbios badulaques, que ha caído en las fauces de perro sarnas, hienas y buitres secesionistas.
Ganar no es liderar. Vencer no es convencer. Hegemonía no es sinónimo de buen gobierno. Hay que hablar, ofrecer, escuchar, ceder, pactar desbloquear. Pero entre quienes llevan España en el corazón, no su destrucción en la cabeza. Hoy siente más España, “la madre España”, la en su día saqueada Hispanoamérica que  Sagunto, Cádiz, Numancia, Zaragoza y San Marcial… (Leed, por favor,  “Oda al dos de Mayo” de Bernardo López García, y decidme si no provoca arcadas tener como compatriotas a Iglesias, Sánchez, Otegui, Torra o Rufián).    

El gallego Méndez Núñez (por no hablar del vasco Blas de Lezo, que tenía unos huevos tan grandes que darían para hacer una tortilla donde cupieran todas las patatas de A Limia) dijo aquello que tan bien representa la furia española, su quijotismo generoso, su honor a toda costa: “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”. Ni que decir del noble militar leonés Guzmán el Bueno que en la defensa de Tarifa lanzó su puñal a los sitiadores para que mataran con él a su propio hijo antes que sucumbir al chantaje para entregar el castillo. 
Pedro Sánchez Pérez-Castejón, el insomne, que si hay algo de verdad en su persona es que es un falso, que de español sólo tiene la nombradía de “sanchista”, de todos es sabido que entregaría a su propia madre con tal de seguir aposentado su culo en la Moncloa. Pedro I, el embustero, formará gobierno con quienes odian España. Lo investirán, pero no gobernará. Ni podrá dormir tranquilo con el zorro (o la zorra) huroneando en el Consejo de Ministros.  
El honor no lo perderá, porque nunca lo ha tenido.  

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