Opinión

Nos salvarán los pobres

Había llegado la hambruna.

Aunque todos morían de inanición, los ricos se habían preocupado de almacenar grandes reservas de trigo, aceite, legumbres secas y carne en salazón.  

Jadiya dijo a su esposo: “Nasr Edin, tienes fama de hombre sabio en toda la ciudad. No te quedes de brazos cruzados; ve a la plaza, reúne a todas las gentes e intenta convencer a los ricos para que compartan su comida con los pobres”.

Nars Edin consideró que, por aquella vez, su esposa tenía razón. Atendió a su consejo y al cabo de dos horas regresó con aspecto más alegre.

-Mi querida esposa, ¡demos gracias a Alá misericordioso!

-¿Así que lo has conseguido?

-Verás, no era cosa fácil. A medias

-¿Cómo que a medias?

-Sí, he conseguido convencer a los pobres.

Este relato retrata lo que nos deparará el futuro. Será el arrendador, que ha invertido su vida en comprar un piso, quien salvará al arrendatario que no puede pagarle hasta que cobre; al prestatario lo salvará el pequeño acreedor, al vecino otro vecino, y al deudo en paro el amigo. 

Es más fácil persuadir a los menesterosos; los ricos puede que lloren por no haberlo sido: los bienes son, en realidad, males, cuando toca a rebato la tragedia y el aterido presagio de la muerte les hace tiritar por lo que dejan. Veleidades poéticas al margen ¿Quiénes son los ricos y quienes son los pobres? ¿Acaso no estamos ante aquella cuestión del “hilo blanco” y del “hilo negro” que evoca el Corán para decidir que únicamente será posible distinguirlos cuando llegue el alba?

Y ya que va de vates, y de árabes, y de ambos tenemos mucho los españoles, he aquí, además del cuento de Nasr Edin, el consejo de otro poeta sufí del siglo XI:
“Limita tus deseos de cosas de este mundo y disfruta. Libérate de las ataduras terrenales del bien y del mal. Brinda con tu copa y juguetea con los cabellos de tu amada, pues muy pronto, todo pasa… y ¿cuánto tiempo nos queda?

No dejes que la tristeza te invada, ni que  preocupaciones absurdas perturben tus días.

No abandones el libro, los labios de la amada ni los parterres perfumados. Ya te llamará la tierra para acogerte en su seno”.

Tal es mi escepticismo que ya empiezo a rebuscar entre las palabras del Islam; lástima que me obligue a creer en que no hay más Dios que Alá y que Mahoma es su último mensajero; porque lo que es innegable es su vocación de reconfortar al hombre y ayudarle a vencer sus temores. Sí. Subsistirán los que conforman en lumpen: las putas, los sintecho, los inmigrantes ilegales, los que trabajan en negro. Creo en ellos. Ellos sobrevivirán a la hecatombe.

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