Opinión

Che Guevaras todo a cien

Che, viste: con los argentinos me pasa como con las feministas: ni con ellos ni sin ellas hallan mis penas remedio. Argentina, “Terrea Argenta”, del latín argentum (plata): difícil comprender como un país con ese nombre, con tal cantidad de filósofos, sicólogos, politólogos, economistas, escritores, pampas, patagonias, cordilleras, glaciares, costa, fauna, flora y extensión, esté donde está; mientras que Japón, que no produce más que japoneses, sea la tercera potencia del planeta. Quizás, ya desde pibes, le dan demasiado al pico y poco al espinazo.
 Me encanta Argentina, es uno de los países más hermosos del mundo; pero el súper ego (ese argentino que todos llevamos dentro) de sus ciudadanos solo es comparable a su facundia desatada. Hablando la mitad de lo que hablan, aún hablarían el doble de lo necesario. Ahora bien, uno a uno, son encantadores… ¿encantadores he dicho?, bueno, vale, añado de serpientes y sigamos.
 Me decía hace años un amigo mío, tanguero para más señas, que la mayoría de los desaparecidos que las madres de la Plaza de Mayo estaban buscando, andaban por España tocando la guitarra. Los argentinos saben reírse de sí mismos, y eso les honra. Lo jodido es cuando se ríen de nosotros.
 Anda por ahí un tal Pablo Echenique (Argentina, Rosario, 28 de agosto de 1978), metiendo la gamba (es un decir, pobre); y es que el que mucho habla mucho yerra (es un refrán que no falla), acusando al presidente del tribunal que juzga el caso Gürtel de defender a Rajoy. No. Rajoy se defendió solito, parece mentira pero así fue. Los testigos, que se supone que defienden la verdad, no necesitan llevar picapleitos. No me importa que denigre a quien contesta a lo gallego, lo que me jode es ese tufillo que tiene de independentista el secretario de Podemos. 
 Otro que tal baila (y canta, los argentinos no pierden el soniquete ni pa dios) es Gerardo Pisarello número dos de Ada Colau, rompe patrias furibundo, que lleva en Barcelona dos lustros y ya se siente raza pura catalana. Lo que hay que oír. Claro que -de oro, en escritores como Cortázar, Borges o Bioy Casares- el pico en los argentinos es como si fuera de morfina, les da tal subidón que no paran de rajar. 
 Julio Camba, grandísimo escritor menor, gallego de nacimiento, hedonista por estilo y viajero por vocación, se embarcó de polizón rumbo a Argentina con solo 16 años, de donde fue expulsado por sus actividades revolucionarias. Es uno de mis articulistas preferidos, lo cual no quita que a tan corta edad ya hiciera, y escribiera, lindezas como esta: “En la Rottiserie Sportman de Buenos Aires nos dedicábamos a espantar a los burgueses mientras disfrutábamos de sus comodidades”. También coreaba la ‘Carmañola’: Vive le son, vive le son. / Dançons la carmagnole. Añadiéndole esta dinamita: Ton, ton/ Dinamitons, dinamitons… Anarquista de pluma más que de pólvora, de adulto se instaló en una habitación del hotel Palace de Madrid y allí vivió hasta que lo sacaron con los pies por delante después de 13 años.
 En fin, tenemos lo que les enviamos. Así que a esperar a que pronto se conviertan en todo aquello que denostan: en españoles, sobre todo. 

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