Opinión

La voz de Pacma

A algunos estas siglas no le dicen nada: Pacma. Sin embargo detrás de ellas hay unos cuantos miles de personas, desafortunadamente no las suficientes, que defienden con ahinco los derechos de los animales.
Las siglas Pacma significan: Partido Animalista contra el maltrato animal. Y además de defender a los derechos de los animales también abogan por la defensa del medio ambiente y por la justicia social.
Yo estaba entre quienes pensaban que el 28 de abril Pacma conseguiría al menos un representante en el Parlamento e insistí en el mismo pensamiento el 26 de mayo. Pero es obvio que me he equivocado, y que por tanto Pacma y quienes simpatizamos con ellos debemos de continuar insistiendo para que los derechos de los animales entren en la agenda de los políticos.
En los últimos años se han dado algunos pasos, aún insuficientes, encaminados a la protección de los animales, pero queda tanto camino por recorrer y es tan importante que se escuche la voz de quienes defienden estos derechos, que no cabe sino lamentarse que Pacma no haya logrado un lugar en las instituciones.
He escrito en otras ocasiones que el grado de civilización de un país se mide también por el respeto y trato que da a los animales, y desgraciadamente España no es ningún ejemplo.
Seguramente muchas personas miran a Pacma por encima del hombro, incluso con antipatía creyendo que quienes dedican esfuerzo y tiempo a la defensa de los animales o son unos chalados o unos ingenuos o unos marcianos fuera de la realidad.
Todo lo contrario. Quienes se colocan frente al maltrato de los animales, quienes defienden sus derechos, quienes pelean por proteger el medio ambiente, están apostando por un mundo mejor. Un mundo más equilibrado y armónico, un mundo donde no haya violencia gratuita entre especies, un mundo donde prime el conocimiento y el respeto al "otro", aunque es otro sea un animal de otra especie.
Al hombre, es decir, a todos nosotros, se nos olvida a menudo que los descubrimiento genéticos señalan que tenemos pocas diferencias ya no con los simios sino hasta con las moscas del vinagre. En cualquier caso los animales nacen, viven y mueren lo mismo que nosotros y por tanto también padecen.
Y siento que no haya llegado al Parlamento ni a otras instituciones la voz de quienes dedican tanto esfuerzo a difundir el respeto a los animales. Pero habrá que seguir intentándolo hasta lograr que la lucha contra el maltrato animal forme parte de la agenda política.

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