Opinión

El dolor de la miseria

Acabo de regresar de Bogotá donde he asistido a su Feria del Libro. Pero no, este artículo no va de libros, sino de personas, de refugiados venezolanos que malviven en las calles de Bogotá.
Les cuento lo que visto, lo que he escuchado, de lo que he sido testigo.
Desde hace años son miles los venezolanos de toda condición económica y social que huyen de su país. Y lo hacen porque en la Venezuela de Nicolás Maduro se pasa hambre, se carece de lo más elemental para sobrevivir. Los hospitales están desabastecidos y la vida cotidiana se ha convertido en una pesadilla para tantos y tantos venezolanos.
Creo que alguna otra ocasión les he contado sobre este éxodo de venezolanos porque no hay país latinoamericano que visite donde no sea evidente la presencia de los exiliados.
Pero en está ocasión les confieso que regreso de Bogotá absolutamente impresionada. En cada calle, en cada esquina, en cada parque, te encuentras con familias enteras sin ningún recurso que han huido de su país porque allí la situación es insostenible. El cabeza de familia suele llevar en la mano un cartel en el que explica que son exiliados, que tienen hambre, y solicitan una ayuda.
Si te paras a hablar con estas familias compruebas que sus historias se parecen. Hombres que señalando a sus hijos te explican que tomaron la decisión de emprender la larga marcha hasta Colombia porque en su país no podían sobrevivir. Y en sus relatos más que indignación lo que va aflorando es un dolor intenso y sobre todo desesperación. Sueñan con regresar pero saben que no hay regreso posible mientras perviva el régimen chavista encarnado en Nicolás Maduro.
Estremece escucharles como con lenguaje sencillo explican como era su día a día en Venezuela. El terror a que alguien les señalara por no ser suficientemente chavistas o por atreverse a quejarse de la miseria. Algunos bajan la voz para contar sobre las atrocidades de los grupos paramilitares, de los escuadrones chavistas.
Han huido por hambre y por miedo y sobre todo con la esperanza de encontrar un futuro.
Pero Colombia está colapsada. Sus servicios sociales no dan abasto. De manera que estas familias vagan por las ciudades sobreviviendo de la caridad de los colombianos.
Son familias humildes, que se ganaban honradamente la vida y que de repente les han robado su futuro y el de sus hijos.
Y sí, siento una indignación profunda por quienes desde nuestro país ponen en duda la tragedia que se vive en Venezuela y señalan con desprecio a estas familias por dejar el país, por no ser "chavistas" y denunciar con su éxodo silencioso un régimen que ha ido limitando la libertad y sembrando miseria.
Quizá a quienes aún defienden el chavismo no les vendría nada mal sentarse a escuchar a estas familias que sobreviven en las calles de Bogotá. Nada tienen y lo peor es que algunos ya nada esperan.

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