Si las estadísticas del instituto gallego no fallan, en 2033 sobrarán plazas en los colegios y faltarán en las residencias de mayores. De hecho, ya apenas hay fuera del ámbito privado. El único proyecto público sobre la mesa, de la Xunta en la ETEA, lleva años de demora y ni siquiera hay unanimidad sobre que sea el lugar idóneo para un centro de estas características. Galicia será una comunidad llena de jubilados y Vigo no se va a escapar. Volvemos a las expectativas: habrá más vigueses mayores de 65 años que menores de 30. Los primeros crecen, los segundos decrecen sin remedio, salvo que la inmigración lo cambie todo. Es posible e incluso probable, pero se trata de una hipótesis que exige varios condicionantes. Uno, que esta ciudad funcione; otra, que haya estabilidad en el país. Lo segundo está en el aire y lo primero, una incógnita.
Vigo funciona sorprendentemente bien en el campo del turismo, pero no nos engañemos: Santiago está muy por encima e incluso Coruña, sin haber hecho gran cosa. Es un sector interesante y que vale la pena cuidar pero dudo mucho que pueda ser un pilar sobre el que sostener la economía, luego la ciudad. Que en definitiva sigue pivotando sobre la automoción y el puerto. En el primero, PSA ha entrado en ebullición con la absorción de Opel y la fusión con FIAT, que crea un escenario inesperado, probablemente mejor pero con incertidumbres, entre ellas el mayor alejamiento de los centros de decisión y la incorporación de nuevos actores al polo de producción ibérico. En el segundo, el puerto necesita espacio y muelles para funcionar. O eso o seremos una ciudad subvencionada y jubilada.
