Opinión

Lo mejor que pudo pasar

La Universidad de Vigo ya tiene oficialmente 30 años de historia, los que acaba de cumplir el decreto de segregación de Santiago de los campus de Vigo, Ourense y Pontevedra y su adscripción a la nueva institución. Poco que ver aquella universidad con la actual, salvo el nombre -fue cosa de última hora, una agradable sorpresa que al parecer hay que agradecer a la gestión de Camilo Nogueira- y su emplazamiento.

Para Vigo ha sido, y con mucha diferencia, lo mejor que le ha pasado desde que Citroën optó por esta ciudad en lugar de irse a Navarra, donde estaba inicialmente previsto. Si Citroën, luego PSA, supuso el salto cuantitativo en empleo, población y riqueza y desarrollo, la Uvigo se corresponde con el salto de calidad. Aunque la creación es obra de Fernando González Laxe, siendo presidente de la Xunta entre 1987 y 1989, el germen se remonta a una docena de años atrás, cuando se constituyó la plataforma pro-universidad del sur de Galicia, alentada por profesores, padres de alumnos e impulsada por el alcalde García Picher. En su breve mandato, cuatro años a caballo entre la muerte de Franco y la Constitución, tiempos difíciles en que no había dinero y faltaba legitimidad, logró lo imposible: arreglar de una vez el abastecimiento con la presa de Eiras, la reforma de Balaídos para ser sede de la Copa del Mundo de 1982, terminar el consistorio, que se había quedado a medias, y sobre todo, apostar todo a que Vigo tuviera universidad. Además, tuvo el buen gesto de renunciar a dirigir la Caja de Ahorros, hasta ese momento al servicio municipal, aunque ésta es otra historia. Un alcalde que puso por delante la ciudad al interés personal. 

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