Opinión

El lío del Sahara que sigue

En unos días se cumplirán 45 años de la muerte del dictador y de la huida de España del Sahara, que era hasta ese momento, 1975, una provincia con la misma categoría que Cádiz o Lugo. 

Los saharauis querían la independencia, que ya había conseguido el resto de África, y España estaba dispuesta a dársela, siguiendo el guión de Guinea. Pero eso no lo aceptaba Francia, que tiene el Magreb como su zona de influencia y donde bajo ningún concepto aceptaba un nuevo estado, además hispanohablante. 

Tampoco Marruecos, aunque por otras razones. Hassan II pasaba por un momento muy bajo de popularidad y dos intentos de asesinato por su ejército, y se sacó de la chistera la clásica argucia populista-nacionalista infalible para desviar la atención interna hacia un trozo de desierto del que hasta ese momento nadie se acordaba. Lo demás es conocido: la Marcha Verde, el dictamen de La Haya que exigía un referéndum de independencia, las resoluciones de la ONU  y el reparto vergonzante entre Marruecos y Mauritana, mientras España que se quedaba a cambio con derechos pesqueros y de fosfatos. Un vergüenza con los que hasta ese momento eran nuestros compatriotas, que quedaron tirados y abandonados a su suerte. Resistieron y ahí siguen, en lo más duro del desierto, creando a duras penas un país en las zona liberadas y enseñando español a los hijos y nietos de los exiliados de la vieja capital El Aaiún, mientras España y sobre todo Francia siguen apoyando al 100% a su aliado Marruecos. Esta semana se reanudaron las hostilidades después de casi 30 años de alto el fuego. Los saharauis tienen todas las de perder. De nuevo. 

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