Opinión

La torre de Vigo

El Xeral empieza a desaparecer como el hospital que fue, ya sin el horrible verde de su última época, y emerge la torre blanca que señalará a la Ciudad de la Justicia, aunque todavía habrá que esperar algo más de un año para que se inicie en su interior la actividad de los profesionales del Derecho. 
Tiempo suficiente para completar la reforma integral del edificio y -quizá- también para reflexionar sobre un aspecto del proyecto en marcha que no ha sido incluido pese a las peticiones realizadas: que no sea un edificio cerrado de lunes a viernes para pleitos y demandas, sino abierto, de uso público ciudadano durante todo el año. 
Tal y como está planteado, la Ciudad de la Justicia será un hermoso bloque que seguirá marcando durante muchos años el perfil de la ciudad, el mejor punto desde el que contemplar la ciudad, la Ría y la comarca, pero un privilegio reservado a unos pocos que puedan acceder a la terraza superior, como ya pasaba con el centro sanitario. En definitiva, de acceso vetado como un banco o un inmueble privado, incluso como un faro. Y no tiene por qué ser así. Vigo, como las grandes ciudades, podría contar con un mirador excepcional, un lugar por el que pasarían miles de personas cada año, entre ellos el medio millón de habitantes del área metropolitana y que podría convertirse en un atractivo turístico de primer orden. 
El problema, dicen, es que habría que realizar un acceso exclusivo. ¿Y? Nada raro un ascensor exterior desde la planta baja.  Nuestra propia Torre Eifell desde la plaza de España. Es una ocasión única que salvo que alguien convenza al Gobierno gallego vamos a perder. El arquitecto Penela, autor de la reforma, como también de la sede del Celta o del Barrio do Cura, no ha contemplado el uso público de la azotea, pero no tendría inconveniente de hacerlo si se lo piden. Aunque suponga unos meses más de obra, valdría la pena. 

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