Opinión

La nueva autovía urge

Si nada se tuerce y todo va bien, o incluso muy bien, allá por el lejano 2030 habrá una nueva autovía abierta entre Vigo y Porriño, que no será sino terminar por fin la A-52, que se quedó sin finalizar cuando se construyó hasta Benavente a finales del pasado siglo. Eso en el mejor de los casos, y siempre que haya un Gobierno estable, interesado en invertir en infraestructuras y con un panorama de cierto equilibrio en sus cuentas, capaz de aprobar Presupuestos y que en los mismos figuren partidas adecuadas para una actuación que no será barata. Todo ello es posible, pero no será fácil, menos en la actual situación política, donde hay intereses cruzados a menudo contradictorios que harán mucho más complejo llegar a soluciones coherentes. De entrada, los socios del PSOE han señalado su prioridad absoluta en el gasto social antes que en las obras públicas. Cañones o mantequilla, he ahí la eterna cuestión.
La otra posibilidad, validada por el Ejecutivo de Rajoy y descartada por el Gobierno doblemente en funciones del PSOE, era articular un presupuesto específico para obras urgentes en carreteras, donde Galicia había señalado en su agenda la prioridad de la autovía Vigo-Porriño. Ayer mismo el Parlamento de Galicia, con el voto a favor de sus dos primeras fuerzas, las únicas con posibilidades de gobernar la Xunta y en el Estado, aprobó instar al nuevo Ejecutivo a construir con urgencia la nueva A-52 y jubilar la actual. Es una iniciativa sin fuerza legal pero que sirve para mantener encendida la exigencia. La Vigo-Porriño no es una autovía, sino una carretera desdoblada donde está prohibido circular en varios tramos a una velocidad prohibida, por lenta en autovías y autopistas. Eso lo dice todo.

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