Opinión

La longevidad viguesa

La mejora de la sanidad y sus prestaciones en toda España es perceptible con un dato irrebatible: el incremento de la esperanza de vida, que no es fruto de la casualidad, sino del esfuerzo, la inversión sostenida y la mejora de los medios. Los vigueses han visto mejorado su horizonte vital en cuatro años -cinco para los hombres- desde que finalizó el siglo XX hasta 2018. Es mucho: un año más cada cuatro o cinco. El proceso no parece haberse detenido y a día de hoy,  un español, un gallego, un vigués, y más si se trata  de una mujer, está entre los humanos más longevos del mundo.

Vigo dio el primer paso a finales del siglo XIX cuando se fundó el hospital municipal, obra impulsada por José Elduayen, mentor de la ciudad, a la que dotó de tren y puerto. En los años cincuenta y en plena Dictadura se construiría el Pirulí, luego Xeral, que supondría el verdadero avance en todos los sentidos, comenzando por el nacimiento de la mayoría de los actuales ciudadanos del sur de la provincia en el hospital vigués. Ya en la democracia llegaría el Meixoeiro, que duplicaría las posibilidades de asistencia y calidad. Fue obra del Estado cuando contaba con competencias sanitarias. Y por fin hace unos años, fue el turno de la Xunta con el Cunqueiro, cuya apertura estuvo marcada por una combinación de compleja gestión y fake news que desembocaron en una -increíble- manifestación multitudinaria en contra. Eso es historia. La realidad contrastada dice que se trata de un gran complejo sanitario. A Vigo le queda algo aún: conseguir trasplantes. Es sobre todo una cuestión de categoría.

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