Opinión

La huelga de siempre

Hay huelgas y huelgas. Las hay que pasan casi desapercibidas más allá de su entorno y las que provocan efectos devastadores y no pueden ser ignoradas. En este último grupo destacan tres colectivos capaces de paralizar una ciudad, y un país, si es necesario: estibadores, controlares aéreos y personal de la limpieza. Los dos primeros han dado muestras sobradas de su capacidad de organización y obligaron incluso a dos gobiernos a tomar medidas extremas, como la militarización de las torres de control por parte de José Blanco. Los estibadores mantuvieron en jaque a toda la economía y varios puertos resultaron muy tocados por los preavisos, como sucedió en la terminal de Vigo.
En esta ocasión toca con la ya conocida huelga de la basura, que alcanzará su octava edición si no hay un acuerdo antes, lo que parece improbable. La última escena se remonta a 2013 y fue corta, con tres días de fiesta que fueron suficientes para colocar más de mil toneladas en las calles de Vigo. La anterior fue todavía peor, en 2009, con una semana terrible. Cada cuatro o cinco años hay conflicto y ya se cumplían los plazos. Así que es probable que en pleno verano, con calor, turistas y media ciudad de vacaciones, tengamos por las calles toneladas de basura para alegría de la colonia de gaviotas, que disminuye desde que se cerraron los vertederos. Miles de ellas se ven obligadas a buscar alimento fácil en el otro lado del Miño, donde todavía hay basureros, algunos ilegales. 
Vigo ya se puede ir preparando para lo que viene: salvo sorpresa en el guión, a mediados de julio la Muy Leal será un vertedero al aire libre. Una bonita perspectiva. Continuará...

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