Opinión

Globalizar desde Vigo

Hace apenas unos años las dos primeras empresas pesqueras de España eran viguesas con sede y capital local, Pescanova e Iberconsa. La primera, tras su proceso concursal, ha pasado a estar mayoritariamente en manos de un grupo de bancos. En cuanto a la segunda, tras la operación de venta confirmada ayer, ha entrado en la órbita de un fondo americano muy potente, propietario incluso de un equipo de la NBA, los Detroit Pistons. 
No es nada nuevo, salvo que se puede constatar que el ritmo se incrementa. PSA siempre fue francesa, aunque ahora lo es mucho más, y Barreras ha pasado a manos de la mexicana Pemex, mientras Abanca, antes Novagalicia, antes Caixanova, fue adquirida desde Venezuela. La lista sigue y sigue y cada vez cuesta más encontrarse una firma con propiedad viguesa, como la histórica conservera Albo, dirigida desde China. Incluso los centros comerciales Gran Vía y Travesía pertenecen a fondos de inversión. 
Así están las cosas y no sólo en Vigo: un fenómeno global imparable, positivo por cuanto significa que hay firmas dispuestas a apostar por la inyección de cientos de millones en compañías que trabajan desde esta ciudad; y negativo por sus inevitables consecuencias que se verán antes o después: el cuerpo se queda en la ciudad pero la cabeza que toma las decisiones se transfiere muy lejos. 
La globalización puede operar de dos formas, y se puede constatar en la Eurorregión de Galicia y norte de Portugal: como ciudades globales, pongamos Oporto o A Coruña, que todavía cuentan con instrumentos propios, o como barrios globales, donde podríamos colocar a Braga. Un territorio en el que se está introduciendo cada vez más Nuestro Vigo. 

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