Opinión

Gestión Veiga talante AlmuíñA

Enrique López Veiga ha estado cinco años al frente de la APV. No es poco si se echa un vistazo a sus predecesores, y en todo caso suficiente para conseguir sacar adelante una gestión importante en asuntos de calado como la organización de la estiba o la reforma de la lonja. Se marcha -a petición propia atendiendo a que por edad reconoció que no podría garantizar los cuatro años de legislatura autonómica- con la ampliación de Bouzas encarrilada y los tráficos en su mejor momento pese a la pandemia. Hay asuntos donde se ha mostrado muy firme, ganándose enemistades, como en el astillero Vulcano, pero en general la nota es alta. López Veiga conocía de sobra lo que era el puerto vigués y llegó al cargo cuando ya estaba de retirada, con la idea de dedicarse en exclusiva, no como un trampolín hacia otros destinos.
Su ya designado sucesor, Jesús Vázquez Almuíña, es una persona de un buen talante, reconocido a su paso por los anteriores cargos públicos, primero en la Dirección Provincial de Sanidad, luego en la Alcaldía de Baiona, donde gobernó sin problemas logrando amainar una villa que había sufrido una suerte de guerra civil, y más tarde en la Consellería de Sanidade, probablemente el departamento más complicado del Gobierno gallego. Con el añadido de que le tocó poner en vereda el funcionamiento del Cunqueiro, hospital que se ha integrado definitivamente en el área y la ciudad como lo que es, un gran centro sanitario clave para poder combatir el covid. Qué sería de Vigo con el Xeral... Ahora, el Puerto, que conoce sólo de lejos, como hijo de armador, con su bagaje de gestor dialogante.

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