Opinión

Galicia y Vigo menguantes

Galicia está abocada a la desaparición parcial, visible en el interior: todo Ourense, salvo las villas y la capital, y Lugo, con excepción de La Amurallada, A Mariña y quizá la comarca de Lemos, se vacían. Para alegría de los más verdes, Madre Naturaleza recupera su territorio. ¿Y Vigo? Ya ha avisado el INE en uno de sus estudios demográficos recientes sobre que la mayor ciudad gallega se ha situado entre los 10 primeros municipios -al lado de Gijón y A Coruña- donde menos niños nacen en términos porcentuales. Las cifras son de 2017, así que hay que prepararse para lo peor ante la contundencia de las cifra de 2018, mucho peores en Galicia, y todavía más negras al Este de las Cíes. Pese a ello, paradoja relativa o más bien confirmación de lo mal que están las cosas, el año pasado nacieron más niños en Vigo que en la suma de las provincias de Lugo y Ourense. El desastre absoluto interior; creciente en la costa.
La caída brusca de nacimientos debería ser ya un asunto del Estado, con propuestas a medio y largo plazo, porque la recuperación tampoco será rápida, si se produce. También en esta Polis, donde la natalidad va mal. En 2018 el saldo vegetativo, diferencia entre nacidos y fallecidos, ha sido el peor de la historia aunque quizá el censo final se salve con la llegada de miles de inmigrantes desde Venezuela, compensando en parte el declive. Claro que la llegada masiva desde fuera de España tiene sus consecuencias sociales, salvo con los naturales de América, cuya integración por motivos culturales es mucho más sencilla. Vigo está lejos de otras ciudades: apenas el 4 por ciento de su padrón lo conforman extranjeros, cuando la media española alcanza el 10 por ciento. 

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