Opinión

Autovía rica, autovía pobre

La autovía entre Vigo y Cangas se ha convertido en todo un éxito, que se puede sintetizar en dos datos objetivos: una caída en picado de la siniestralidad y una comunicación mucho más fluida entre las dos orillas. Es una autovía cuya construcción no ha resultado sencilla y que ha obligado, entre otras cosas, a horadar un túnel al inicio, en Domaio, complejo por la orografía y tamaño, para salvar el Castro de Montealegre. Además, se han ejecutado varios viaductos y un desmonte espectacular que ha exigido finalmente un falso paso en la salida de Cangas. A cambio, en lugar del Corredor, peligroso como carretera de doble sentido, y a menudo colapsado, en especial en verano, ahora hay una autovía que entronca de forma correcta con la autopista y que permite viajar de forma cómoda, rápida y segura, ayudando a conformar de forma tangible la ciudad metropolitana de las dos orillas.
Justo todo lo que no se ha hecho entre Vigo y Porriño, con la peor autovía de la red estatal de carreteras: peligrosa, sinuosa y con un tráfico endiablado, es tan mala que ha llevado a Tráfico a colocar un límite de 60 por hora en varios de sus tramos, por debajo de la velocidad mínima exigida para los vehículos en las vías de alta capacidad. Pero sólo así, y con radares y vigilancia continua, se ha conseguido al menos eliminar las víctimas mortales, aunque no las colisiones ni los heridos, que se repiten. Una, la del Morrazo, es una autovía adecuada; la otra, la de Porriño, una carretera inaceptable. La primera se acabó construyendo, la segunda -la nueva A52- está en el mismo cajón que el AVE, el de las hipótesis a largo plazo. 

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