Opinión

A Pedra y el Castillo

A principios de este siglo todavía circulaban por Vigo prospectos turísticos donde destacaban dos lugares imprescindibles para los visitantes: el restaurante El Castillo, del Castro, por sus vistas espectaculares sobre la Ría, y A Pedra, por su singularidad, como un mercado en pleno centro donde era posible comprar lo que en otros sitios estaba prohibido, pongamos el tabaco "de batea". 
El primero acabó cerrado y en ruinas durante años para finalmente ser demolido, lo que ha servido para ganar visibilidad a las murallas de la fortaleza y para que un supuesto magnate británico se hiciera con las piedras para montar un castillo en su país con fines turísticos. Eso fue lo que anunció, pero parece que no hizo.
En cuanto a la Pedra, esta semana quizá se pueda echar la última paletada de tierra sobre los restos del mercadillo, del que tras un prolongado cierre y fallidas resurrecciones, casi nadie se acuerda salvo por la sucesión de juicios tras aparatosas operaciones policiales contra la venta de marcas falsificadas. La mayoría de los comerciantes aceptaron las multas impuestas por el juez y A Pedra ha escrito así su epitafio.
Era una parte sustancial de otro Vigo, el de una ciudad portuaria de libro, donde no faltaba nada: con su barrio "rojo" (la Ferrería, que llegó a contar con más de medio centenar de locales "de alterne"), cabarets (había varios en la Alameda) y tripulantes desembarcados que vendían productos de contrabando traídos de Canarias o del extranjero. 
Ese paisaje ya forma parte de la historia local, la de una ciudad en formación.  

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