Opinión

2048, 2030, nunca

La autopista gallega se está convirtiendo en un lujo. Ciertamente ha mejorado su capacidad y los atascos y bloqueos en el puente de Rande son menos habituales gracias a los dos carriles extra. Que han costado mucho más de lo que invirtió la concesionaria, unos 200 millones en una obra sin duda extraordinaria y premiada justamente por ello. Pero que ha saldrá muy cara a sus usuarios. A todos los contribuyentes en realidad. El peaje sigue subiendo y en enero habrá otro incremento, que no será el último. Y así una y otra vez hasta 2048. 
Si en la autopista el asunto parece un timo por etapas, en la autovía A-55 las cosas son todavía más serias al tratarse de un caso de inseguridad e ineficiencia. La A-55 es la carretera de España con más radares por kilómetro y probablemente la única autovía donde está limitada la velocidad a unos ridículos 60 por hora, la mínima legalmente permitida en las autopistas. Medidas ambas que han servido para evitar muertes pero no han impedido que a diario haya accidentes, atascos y  la evidencia constatable de que se trata de una vía de alta capacidad inaceptable, mucho más como acceso a Vigo. La solución está algo más cerca, pero aún muy lejos para que pueda validarse: hasta 2030 como mínimo tendrá que seguir el contador anotando accidentes, heridos, atascos y colapsos. Parece excesivo hasta para la media viguesa de ejecución de las obras.
Pero los récords están para superarse: la alta velocidad por Cerdedo está tan cerca hoy como hace 20 años y las posibilidades de que se acabe construyendo la variante directa desde Vigo a Ourense, sin pasar por Santiago, son tantas como de que se desarrolle Porto Cabral.  Malas noticias.

Te puede interesar