Opinión

El agua, ese lujo

Eiras, la gran presa de Vigo y su área, se encuentra por encima de su capacidad máxima cuando falta apenas un mes para que se inicie el verano, por lo que desagua millones de litros hacia el río que acaban llegando a la cuenca del Verdugo. Es todo un espectáculo chocante y un éxito y un fracaso. Éxito, por cuanto está garantizado el abastecimiento este año incluso en las peores circunstancias, lo que no se puede decir en la mayor parte del país, donde la sequía aprieta. Fracaso por lo que supone que millones de litros de agua potable acaben en la Ría sin que nadie los aproveche. Tampoco se pueden guardar: el embalse pese a ser el mayor de Galicia es un enano comparado con los que se construyeron en el sur de España, donde ya sabían que el desierto avanza. 

Aunque el gran alcalde García Picher logró con Eiras, emplazado en el lugar más lluvioso de Galicia, resolver el problema de los años setenta, cuando Zamáns se quedó corto, probablemente nadie podría imaginar que Galicia comenzaría a padecer falta de lluvias. Pero así es. Ha ocurrido en varias ocasiones y volverá a pasar en el futuro y solo es cuestión de esperar a que un invierno resulte seco para que comiencen las dificultades y lleguen las alarmas. Lo dicho: pasará con total seguridad. ¿Cuál es la solución? Hay varias propuestas. Una, un trasvase desde el Miño que se usaría en situaciones de alerta. Otra, una conducción desde el Verdugo-Oitavén con el mismo propósito. Y tres, ampliar Eiras. Las dos primeras chocarían con seguridad con los ayuntamientos ribereños -de hecho, ya pasó con Ponte Caldelas- y la tercera, con los vecinos: construir un embalse, siquiera ampliarlo, se ha convertido en una tarea titánica y un esfuerzo similar a instalar una planta eléctrica. 

Habrá incluso quien piense en construir desaladoras. Sería un disparate, pero aunque es poco conocido, en Vigo ya funciona una, en las islas Cíes. 

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